El sol se alzaba lentamente sobre Nesuria, sus rayos dorados bañando las torres del palacio en un cálido resplandor. Pero este amanecer era diferente. No solo marcaba el inicio de un nuevo día, sino también el nacimiento de una nueva era para el reino. Las sombras del pasado se habían desvanecido, y las cicatrices de la batalla por la supervivencia del reino comenzaban a sanar. En el centro de todo esto, estaba Amara, quien ahora se preparaba para enfrentar su destino con una renovada determinación.
La gran sala del trono estaba llena de nobles, sacerdotes, y ciudadanos, todos ansiosos por presenciar un evento histórico. Amara, vestida con un manto real de un profundo azul, avanzaba por el pasillo central, sus pasos resonando con una calma solemne. En sus brazos llevaba a Damián, el niño que había sido protegido por los dioses y que ahora se convertiría en símbolo de esperanza para el futuro de Nesuria.
Cuando Amara llegó al trono, un silencio reverente cayó sobre la multitud. Los sacerdotes y sacerdotisas se reunieron a su alrededor, y la luz del sol se filtraba a través de los vitrales, creando un halo brillante alrededor de ella. Con delicadeza, Amara colocó a Damián en una cuna dorada que había sido llevada especialmente para la ceremonia. Luego, se giró hacia el altar, donde la corona de su hermano Nerón descansaba, reluciente y majestuosa.
El sumo sacerdote, un hombre anciano de rostro bondadoso, se adelantó y tomó la corona. Con manos temblorosas, se la ofreció a Amara, quien la aceptó con una expresión de serena autoridad. El sacerdote alzó la voz, proclamando:
—Hoy, coronamos nuevamente a Amara, no solo como reina de Nesuria, sino también como madre protectora de su pueblo. Que su reinado esté bendecido por los dioses y guiado por el amor y la sabiduría.
Amara se inclinó ligeramente mientras la corona era colocada sobre su cabeza, su peso simbólico asentándose con una sensación de propósito renovado. En ese momento, la multitud rompió en vítores, sus voces llenando la sala con una energía vibrante que no se había sentido en años. Amara levantó la cabeza, permitiéndose un breve momento para absorber la magnitud del evento.
Pero su mirada no se quedó en los nobles ni en los sacerdotes. En cambio, sus ojos se posaron en Damián, quien estaba despierto y observaba el mundo con una curiosidad inocente. Amara sintió una oleada de amor incondicional por el niño, y supo que, a partir de ese día, no solo sería su reina, sino también su protectora y guía.
Amara tomó a Damián en sus brazos nuevamente y se dirigió al balcón del palacio, donde una multitud aún mayor de ciudadanos esperaba ansiosamente. Cuando apareció, el clamor del pueblo se alzó, saludando a su nueva reina. Pero Amara no veía solo un mar de rostros; veía a cada hombre, mujer, y niño como una vida que ella estaba destinada a proteger y cuidar.
—Pueblo de Nesuria —comenzó Amara, su voz firme y llena de convicción— hoy renace un nuevo día para nuestro reino. Juntos, reconstruiremos lo que se ha perdido, y con la ayuda de los dioses, traeremos prosperidad de nuevo a nuestras tierras.
La multitud vitoreó, y Amara sintió una conexión profunda con su pueblo, una conexión que no había sentido antes. La coronación había sido solo el comienzo. Sabía que le esperaba un arduo camino, pero también sabía que no estaría sola. Con Damián a su lado, el legado de Nerón viviría, y bajo su reinado, Nesuria florecería una vez más.
Amara, coronada nuevamente como reina y madre, miró hacia el futuro con esperanza. El sol, ahora alto en el cielo, iluminaba su rostro con un brillo dorado, simbolizando el renacimiento de un reino y la fortaleza de una mujer destinada a cambiar el curso de la historia.
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Entendido. Aquí tienes el texto revisado teniendo en cuenta que Damián será el próximo rey:
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Joven reina Amara
Mystery / ThrillerEl destino escrito por los dioses se cumplirá, con el peso de la corona y el odio de su padre.