Prólogo

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El impacto había sido brutal. El hielo causado por las bajas temperaturas en Madrid aquel invierno había provocado que su coche se descontrolase, que sus manos se agarrasen al volante con tanta fuerza que los músculos se tensaran hasta dolerle. Pero aun así no pudo evitar el camión que venía de cara. Lo último que escuchó fue un estruendo antes de quedar atrapado entre el amasijo de hierros de aquel Audi rojo.

El sonido de las ambulancias y los bomberos envolvió el lugar. Luces, voces, gritos. Una imagen esperpéntica para un sábado por la noche. Sangre, humo y órdenes muy concretas: sacar aquel cuerpo del coche rojo. Los especialistas se afanaron en hacerse paso entre todo aquel conglomerado para encontrar a los heridos. Era su trabajo y, pese a mancharse de sangre, lo llevaban a cabo aguantando el tipo.

Uno de ellos llegó hasta el conductor y pudo observar la sangre que cubría su rostro, su camisa blanca teñida de rojo y la extraña postura que ofrecía su cuerpo. Colocó los dedos en su cuello, sabiendo que no encontraría pulso. Daba igual, debían sacarlo de allí. Los sanitarios serían los encargados del siguiente paso.

En ese momento oyó un gemido y se dio cuenta de que a su lado, en el asiento del copiloto, había alguien atrapado por el salpicadero.

―¿Estás bien? Tranquila...

Una chica llena de arañazos lo miró con miedo. Seguidamente volvió su rostro hacia el conductor.

―¡¡¡¡¡Papááááááááá!!!!!





Los secretos de AlexiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora