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GORKA


Cuando Alexia me comentó lo de la fiesta en la discoteca, me dije a mí mismo: «Gorka, no vayas». Pero mi cabezonería pudo más, bueno, eso y saber que Thiago estaría por allí.

Había visto cómo se la comía con los ojos y había sentido algo raro en mi cabeza... ¿Celos? A saber. Hasta ese momento tenía muy claro que con Alexia teníamos un rollito especial, basado en el buen sexo y en largas charlas en mi cocina mientras tomábamos tranquilamente un café.

No era una relación de altibajos, ni de pasiones desenfrenadas, ni de salir al cine o a cenar. Lo nuestro era distinto y, por lo tanto, especial. No sabía si ella se liaba con otros ni ella sabía si lo hacía yo, pero a mí no me interesaban otras y yo pensaba que ella conmigo iba más que servida. Por eso, cuando apareció Thiago en mi cocina y vi cómo se buscaban con los ojos, me molestó. Y se lo dije, por supuesto. Alexia y yo siempre habíamos sido sinceros el uno con el otro, para lo bueno y para lo malo. Ella me dio a entender que pasaba de él, pero una cosa era lo que decía y otra lo que sentía.

Cuando los vi bailar juntos, me sentó como una sonora patada en los cojones. Daba la impresión de que se conocían desde hacía años, de que las manos en el cuello de aquel tipo siempre habían estado allí. Me dolió, debo reconocerlo. Y no esperaba tampoco notar ese pinchazo en el estómago. ¿Sentía más por ella de lo que yo mismo pensaba? ¿Podía ser? ¿O eran simplemente celos posesivos? Quizá simplemente era eso.

Así que cuando aquella chica rubia de pelo rizado se me acercó para bailar aquella canción lenta no me lo pensé dos veces. Sería la manera de comprobarlo.

Estaba bien jodido. No dejé de buscar a Alexia y de querer saber por dónde andaba. No entendía de qué iba ella; se había ido con un tipo rubio con el que había tonteado delante de mis narices. Dejé a aquella chica plantada para seguirlos, pero me detuve en cuanto vi que Thiago entraba en escena y al final se largaba con él.

Media hora más tarde, justo cuando estaba a punto de irme después de localizar a Lander, la vi entrar con él. Algo despeinada, sonriendo y con sus bonitos ojos brillantes.

De puta madre.

Los secretos de AlexiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora