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Aquella fiesta fue una locura, pero al final me lo pasé bien bailando con Lea y Estrella, hasta que a las seis de la madrugada ya no pudimos con nuestra alma y decidimos irnos en taxi hacia el piso de Estrella.

Nos dormimos las tres al instante, aunque mis pesadillas se sucedieron una tras otra, evidentemente.

Me desperté con un terrible dolor de cabeza y al notar entre mis manos unos dedos, pensé que estaba en la cama con algún tío. ¿Gorka?

¿Nacho? ¿Thiago? No, joder. Estaba con Lea y había cogido su mano como siempre que dormía con ella. De esa forma mis pesadillas se suavizaban y podía dormir sin gritos ni lloros.

Eran las dos del mediodía y ellas seguían durmiendo. Cogí mi móvil y eché un vistazo. Nada importante. Pensé en la noche anterior y sonreí al recordar algunos momentos, aunque también pensé que había parecido una auténtica gilipollas quedándome dormida en el coche de Thiago. Ya le había dado material suficiente para meterse conmigo durante todo un año. Estaba segura de que en un momento u otro me lo echaría en cara. ¿Qué quería Thiago de mí? Y lo más importante..., ¿qué quería yo de él? De momento, nada. No tenía ganas de liarme con un tío tan... complicado.

¿Y Nacho? ¿Había intentado aprovecharse de mí? Tampoco iba tan ciega, aunque... ¿me habría liado con él? No, le habría dado largas y te- nía claro que no me hubiera metido en su coche. Menudo peligro. Y, en cambio, con Thiago no lo había dudado... No tenían nada que ver el uno con el otro.

Nacho era un ligón de primera clase, de esos que se saben guapos y que usan su sex appeal para enredar a las chicas. Sus impulsos sexuales eran superiores a él y aunque estaba liado con Gala no podía resistirse a una chica que lo provocara, tal y como yo había hecho. En definitiva era una presa fácil.

En cambio Thiago... Thiago era otro cantar. Era mucho más atractivo, más maduro y no se dejaba engatusar a la primera de cambio, aunque sabía que yo le atraía. Él era muy distinto de Nacho porque procuraba controlar sus deseos y tenía las ideas mucho más claras. O eso me parecía a mí.

Por cierto, ¿y Gorka? Había desaparecido de la faz de la Tierra. ¿Se habría liado con aquella chica? Probablemente. ¿Me molestaba? En ab- soluto. En aquel momento, en la disco, estaba cabreada por Thiago, no porque él estuviera bailando con otra chica.

—Me llamo Alexia y soy alcohólica...

La voz de Lea me sacó de mis pensamientos. Nos miramos y nos reímos, con esa complicidad tan nuestra.

—Me llamo Lea —dije yo riendo—, y soy ninfómana.

—Pues a mí me gustan tres tíos, soy la jodida mantis religiosa... Más risas y seguimos con ese tema.

—A mí me gusta uno que... ¡Hostia!

—¿Qué?

—¿Hablaste de algo con Adrián? —le pregunté recordando que salía con una chica y que yo no le había dicho nada.

—Largo y tendido, ¿qué te dijo a ti?

—Que salía con una —respondí escuetamente.

—Sí, sí, lo sé todo. Me lo explicó mientras bailábamos.

—¡Vaya! Pues no te vi nada afectada... Era cierto. Nadie lo hubiera dicho.

—¿Afectada? La que va a quedar afectada será la otra porque Adri va a ser mío en menos que canta un gallo —dijo riendo.

—Lea... —le dije avisándola.

—¿Qué? No es un capricho...

La miré más seria para saber si lo decía de verdad.

Los secretos de AlexiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora