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En la siguiente hora no teníamos clase, así que Lea se dirigió al despacho de administración para terminar el papeleo de la beca y yo opté por ir a la biblioteca. Allí reinaba un silencio agradable. En la sala dominaba la madera, lo que le daba un aire cálido a la estancia.

Me senté en la primera mesa que encontré libre, al lado de un par de chicas que trabajaban muy concentradas. Había bastante gente y eso que era el primer día de curso... Pero claro, yo en mi agenda ya tenía cuatro trabajos pendientes e iba a empezar por el del profesor Carmelo. Le pregunté a la bibliotecaria dónde podía encontrar la información que necesitaba y me dijo que podía usar los ordenadores o subir a la planta de arriba, en la sección de Didáctica de la Traducción. Preferí subir y así echar un vistazo a los libros que había por allí. Encontré con rapidez lo que buscaba y empecé a leer los diferentes títulos. Cogí un libro para echarle un vistazo por dentro y sentí una presencia detrás de mí.

—No te lo recomiendo, está un poco desfasado.

¡Joder! Un escalofrío agradable recorrió mi columna al oír esa voz profunda que me habló en un suave murmullo. Me quedé paralizada. Lo normal habría sido volverme y ver quién era, pero mi mente no reaccionó con cordura.

—Ya... —atiné a decir como una idiota que no sabe verbalizar más de una palabra seguida, cosa bien extraña en mí.

Su mano pasó por encima de mi hombro y cogió un libro más grueso.

—Este es mucho mejor. —Esa voz susurrante me hizo cosquillas en la nuca.

«Vamos, Alexia, espabila. ¡Es solo un tío, por favor!»

Cogí el libro de su mano, observando sus inmaculadas uñas y una pulsera de piel trenzada que llevaba alrededor de su muñeca.

—Gracias... —dije con intención de girarme, pero pasó su mano de nuevo por encima de mí y no me dio opción a darme la vuelta.

¿Estaba demasiado cerca o eran imaginaciones mías? Sentí el roce de su brazo con mi hombro y el calor subió a mis mejillas. Joder, ¿qué coño me pasaba?

—Y este libro le pirra a Carmelo, no dejes de consultarlo. —Su tono de voz era tan bajo que tuve que esforzarme para escucharlo bien.

Traducción e Interpretación de María Luisa Romana...

En cuanto lo cogí de sus dedos, desapareció como un fantasma. Me volví, pero no llegué a verlo. Joder..., ¿estaba soñando o qué? No, para nada. Aún podía oler el perfume de ese chico.

Di un par de pasos rápidos para ver si lo veía por el otro pasillo, pero allí solo había dos chicas que me miraron un segundo antes de continuar con su charla entre susurros. No podía haberse esfumado sin más, ¿ver- dad? Tenía que estar por allí. Dejé los libros en su sitio y caminé por entre los pasillos, fingiendo que buscaba un libro para ver si encontraba al dueño de aquella voz, pero... ¿cómo iba a saber quién era si solo había visto su mano y su brazo desnudo? Su brazo parecía bañado por el sol. Era moreno de piel, pero poco más podía decir.

La impresión me había dejado sin palabras, y eso no era fácil de conseguir.

Uf. Me detuve frente a una estantería con mi mente puesta en aquella voz. Joder, había sentido más con aquel tío en medio minuto que con otros chicos en millones de ocasiones. ¿Qué tenía ese tono que me atraía tanto? Pensé que casi era mejor no saber a quién pertenecía esa voz por- que ¿y si resultaba que era un tío feo y baboso? En mi cabeza lo imaginaba superatractivo y prefería que siguiera siendo así.  Dejé de buscarlo y volví a la sección de Didáctica para coger el libro que me había recomendado el misterioso chico de la voz grave.

Los secretos de AlexiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora