THIAGO
No sabía qué tenía esa chica, pero me estaba volviendo majara. Alexia era como una gran incógnita que no sabía resolver. A veces dulce y otras amarga, a veces débil y otras más fuerte que yo. Estaba llena de contra- dicciones y lo único que pensaba era que me iba a traer problemas. La veía venir.
Era de aquellas chicas guapas, con carisma, que tienen algo que atrae a todo bicho viviente, pero que apenas se dan cuenta y que usan su belleza de forma casi inconsciente. De aquellas que podían romperte el corazón en dos porque te enamoran despacito hasta que caes rendido a sus pies y entonces te sueltan ese «No estoy segura», «No sé si quiero seguir con esto» o «Soy muy joven para atarme a alguien». No era la primera vez que conocía a una de ese estilo.
Aun sabiendo todo esto no podía no acercarme a ella como un gilipollas: en la discoteca, en el cine, en Marte... Cuando no la tenía cerca, me repetía como un mantra que iba a pasar de ella, pero a la menor oportunidad ya estaba a su vera, joder. ¿Qué cojones me ocurría con Alexia?
Incluso Débora me había calado.
—Esa tía te mola...
—Qué va...
—No lo dudes.
Débora se olía algo, por supuesto. No era tonta y sabía que Alexia no me pasaba desapercibida. Me conocía bastante porque éramos amigos, aunque solo hacía unos meses que habíamos empezado a enrollar- nos. Una noche de esas que acabas bebiendo un poco más de lo normal, nos liamos en mi coche y a partir de ahí nos habíamos acostado juntos en más ocasiones.
Débora era de esas tipas casi perfectas, con un rostro bonito y un cuerpo de infarto que cuidaba como si fuera su mejor inversión. Estaba seguro de que acabaría casada con algún ricachón en una supermansión, a pesar de que estaba terminando la carrera de Farmacia. Le había dado por mí, pero se le pasaría. Sabía que lo nuestro era algo puntual y que entre nosotros no había ningún tipo de compromiso.
Follar con Débora ya me estaba bien y me daba pocos quebraderos de cabeza. Prefería estar así, sin alguien a quien dar explicaciones de lo que hacía o dejaba de hacer, como le pasaba a Adrián con Leticia. Su chica, aun estando lejos, lo controlaba a todas horas. Era patético, pero Adrián estaba ciego con ella, así que poco podía decir yo. Alguna que otra vez se lo había insinuado, pero él no se daba por enterado. Por suerte, ahora ella estaba en Helsinki y la cosa iba a durar un largo año, con lo cual yo podía disfrutar de mi amigo al cien por cien. ¿Y quién sabía? Quizá Adri acababa dándose cuenta de que no echaba tanto de menos a su novieta o de que Lea podía ser alguien importante para él.
A ver, veía cómo miraba a Lea y eso que Adri no era de los que iban coqueteando con todas. No era Nacho, para que se entienda. Él creía en el amor, en que Ella existía y en la fidelidad. Pero Lea tenía algo que le atraía: ¿su descaro? ¿Sus curvas voluptuosas? ¿Su risa escandalosa? La cuestión era que le molaba, aunque no tuviera intención de ir más allá de esas miraditas y de alguna que otra charla con ella.
Por eso me hacía gracia verlo revoloteando como una mosca allí por donde andaban las dos amigas. Parecíamos dos quinceañeros con nuestros ojos puestos en ellas. Alexia me había preguntado por qué la vigilaba y yo lo había negado, pero era cierto, no podía dejar de mirarla, de verla reír, de observar sus gestos... Estaba atontado perdido y lo peor de todo era que me daba cuenta, pero su influjo podía más que mi voluntad.
¿Y si me la tiraba? No, no. Debía recordarme que Alexia no me con- venía; que lo único que acababa logrando con ella era un pique continuo entre los dos que confirmaba aquella absurda teoría de que los que se pelean se desean.
Lo veía en sus ojos. Alexia me deseaba, tanto como yo a ella. No podía negarlo, pero no quería tropezar de nuevo con una historia que no me condujera a ninguna parte. Eso no me impidió cruzarme en el camino de Nacho cuando vi que se la llevaba a saber dónde. Ella no estaba bien, o no del todo, y me tocó los cojones que Nacho quisiera liarse con ella en esas condiciones. Estaba tan mareada que acabó durmiendo en mi coche durante una buena media hora en la que yo aproveché para observarla y pensar que se me iba la pinza con ella.
Cuando se despertó con un grito aterrador, me asustó de veras, joder. Supuse que había tenido una pesadilla. Estaba encantadora con esa carilla de sobada y el pelo cayéndole por los hombros, algo despeinada. En esos momentos pensé en cómo sería levantarse con ella por la mañana... y tuve que darme un toque: «Thiago, ¿qué coño estás pensando?». Pero Alexia me distrajo de mis pensamientos cuando me preguntó si le había metido mano mientras dormía. No pude más que soltar una buena carcajada.
«Esta niña va a acabar entrando en mí...» Y no, no era lo que yo quería.
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Los secretos de Alexia
Teen FictionAlexia sabe lo que es estar hundida, pero está decidida a que nada la pare cuando comienza la universidad con su mejor amiga Lea. Lea siempre ha dicho que no cree en el amor; ¿Qué va a hacer ahora que se le acelera el pulso cada vez que ve a Adrián...