Abrí los ojos como platos y le miré incrédula. ¿ Qué se pensaba que íbamos a hacer? Él me miró confundido unos segundos hasta que se le encendió la bombilla.
- Tranquila, no vamos a hacer eso, mal pensada.- dijo riéndose.
- ¿ Y qué quieres que piense? Primero me despiertas a las cuatro de la mañana, luego me obligas a levantarme de la cama y me dices que no vamos a hablar, y ahora has cerrado la puerta de tu habitación. - dije cruzándome de brazos.
- Visto así, si que suena mal, pero no era esa mi intención.- dijo con su sonrisa de lado.
- Seguro. - dije con sarcasmo y riéndome también.
-¡Es verdad! - dijo haciéndose el ofendido. -Túmbate en la cama y cierra los ojos.
- Lucas, eso sigue sonando fatal.- dije haciendo lo que el me había pedido.
- Que difícil es ser romántico contigo, lo haces ver de manera pervertida.- dijo Lucas en algún lugar de la habitación, no sabía dónde estaba exactamente porque yo tenía los ojos cerrados.
- Yo no lo hago ver de manera pervertida, eres tú, no piensas antes de hablar.- aún con los ojos cerrados pude sentir como ponía los ojos en blanco.
Sentí como Lucas se acercaba a mi y lentamente se agachaba hasta que pude notar su aliento en mi cara, olía a menta, no se porqué pero me pareció que era un olor muy australiano, como si todos los australianos olieran así.
Finalmente Lucas acortó la distancia que nos separaba y me besó, olvidandome por un momento de todo, desde los olores australianos hasta mi propio nombre.
-Abre los ojos ya.- me susurró al oído tumbándose a mi lado.
Me quedé sin aliento cuando abrí los ojos. Sobre nuestras cabezas había miles de estrellitas por todo el techo y paredes que salían de un proyector. Eran tan reales que parecía que estábamos viendo el cielo de verdad.
-De pequeño, tenía miedo de la oscuridad.- empezó a contar Lucas.- Y nunca quería apagar la luz. Por eso mis padres me compraron ese proyector, porque para ver las estrellas tenía que tener la luz apagada. Cada noche me quedaba dormido mirándolas y al final me acostumbré a dormir con la luz apagada.
- Fue muy inteligente por parte de tus padres, esto es precioso.
- Lo es.
- La estrellas son preciosas.- dije mirando al techo e imaginando que eran de verdad.
- Yo me refería a ti.- dijo mirándome fijamente a los ojos.
Yo bendecí mentalmete por que la luz estuviese apagada y no se viera que me había puesto roja.
- ¿ Y por qué no salimos a la calle para verlas de verdad? - dije cambiando de tema.
- Porque mi abuela tiene en el jardín sensores de movimiento que cuando detectan algo, activan todos los aspersores del jardín, ella dice que es para que no la roben, pero yo creo que son para que no nos escapemos a alguna fiesta por la noche. - me explicó Lucas entrelazando nuestras manos.
Me acurruqué en su hombro y empezamos a hablar de tonterías varias. Al final si que hablamos, pero después de haber visto las estrellas mereció la pena haberme despertado a las cuatro.
Justo cuando me iba a dormir me llamó Lucas.
- Lisa, no te puedes dormir aquí, si te ven mis padres, mis tíos o mi abuela me van a regañar.
-¿Cómo? ¿Y por qué me has dicho que venga?- le dije confundida.
- Por que quería estar contigo, pero ya oíste a mi abuela, hasta que no haya un anillo en tu dedo nada.
- Pero yo ya tengo el anillo, no en el dedo, pero lo tengo.- dije enseñándole mi collar con mi nombre en el que había puesto la chapa que me había dado Lucas.
- No creo que eso les valga.- dijo riéndose.
- Buf, vaale, pero acompáñame.-.dije levantándome.
Tenía tanto sueño que Lucas me tuvo que llevar a caballito hasta mi habitación. En cuanto mi cabeza tocó la almohada me quedé profundamente dormida, creo que soy adicta a dormir.
..............
Lucy me despertó a las diez de la mañana para ir de compras. Nos vestimos y bajamos a desayunar. La abuela de Lucy había hecho el desayuno, el mejor desayuno que había visto en mi vida: tortitas, brownies, zumo de naranja natural, bacon, huevos fritos...
Después de ese increíble desayuno, que agradecí con toda mi alma a la abuela de Luke, bajamos al garaje a por el Jeep de Lucy.
Tardamos quince minutos en llegar y otros diez para encontrar aparcamiento. Cassie, Beth y Maddie nos estaban esperando en la puerta. Cuando llegamos las saludamos a las tres y entramos al centro comercial. Normalmente me siento incómoda con personas a las que acabo de conocer, pero con esas chichas parecía que las conocía de toda la vida. La más mayor era Lucy; Cassie tenía 20; Beth tenía 18; Maddie tenía 17 y luego estaba yo, con 14 . Me sentía como una completa renacuaja a la que sus hermanas la acompañan a todos lados para que no se pierda.
Nos lo pasamos genial las cuatro. Compramos mucha, pero mucha, ropa. Compramos también unos vestidos preciosos para la fiesta y de paso para navidad y noche vieja. Comimos en un McDonald's dentro del centro comercial. Fuimos a un parque cercano a hacernos fotos porque las amigas de Lucy dijeron que querían hacerse fotos conmigo porque me habían cogido cariño, y yo a ellas también, a si que acepté y nos hicimos tantas fotos como para llenar un álbum familiar. A eso de las seis nos compramos un helado y nos fuimos a casa para irnos preparando para la fiesta.
Lucy y yo empezamos a cantar a pleno pulmón en el coche. Como teníamos las ventanillas bajadas algunas personas se nos quedaban mirando con cara de '¿Porqué nos las han detenido todavía? '
Cuando llegué a la casa decidí buscar a Lucas porque no le había visto en todo el día. Le encontré jugando a la play con Nathan.
- Pensaba que os llevabais mal.- dije con una ceja alzada.
- Y nos llevamos mal, es una apuesta.- me explicó Lucas.- si gano me da las llaves de Lucy y si pierdo se viene a la fiesta con nosotros.
-Bueno, yo me voy a vestir, suerte Lucas.- dije dándole un beso en la mejilla y saliendo de la habitación.
Me puse el vestido que me había comprado por la mañana y empecé a discutir con Lucy porque quería peinarme.
- Lucy, yo quiero llevar mi trenza.-dije quejándome.
- Pero esque siempre llevas la trenza, dejame peinarte con el pelo suelto.- dijo poniendo cara de cachorrito y voz infantil.
-Vaale, pero si en la fiesta me agobio con el pelo me voy a un baño y me hago la trenza.
Lucy empezó a aplaudir y dar saltitos como una niña pequeña mientras me sentaba en una silla y empezaba a peinarme.
A las ocho ya estábamos las dos preparadas y esperamos a Lucas en la entrada. Cuando llegó, Nathan estaba con él. Me quedé mirando a Lucas en busca de respuesta pero el solo se encogió de hombros y nos indicó que fuésemos al coche.
-Le ha dejado ganar, él nunca pierde.-me susurró Lucy con la misma cara de confusión, además ella estaba un poco molesta por lo de las llaves.
- ¿ Por qué haría eso?- susurré yo también.
- No lo se, pero ya puede tener una buena escusa, me he quedado sin mis llaves.Nos subimos al coche y nos dirigimos a casa de Will, el pelirrojo. La casa de Will no era tan grande como la de Lucas, pero era grande igualmente, será que todos pos australianos son ricos.
Cuando nosotros llegamos ya había bastante gente en la fiesta, aparte de los chicos que conocí en la playa.
Me acerqué disimuladamente a Lucas para que nadie escuchase lo que le iba a decir antes de entrar a la casa.
- Lucas, ¿ por qué has perdido contra Nathan?
- Le he dejado ganar. -dijo con indiferencia.
- Pero ¿por qué?¿Y las llaves de Lucy?
- Esque me daba pena, apenas tiene amigos porque nunca está mucho tiempo en un mismo lugar por lo de que es modelo y por eso es tan borde e irritante a veces, antes de que fuese modelo eran un buen chico era amable y me caía muy bien pero no se por qué cambió y a lo mejor si ve que sigo siendo igual para él, ya sabes, jugando con él a la play y llendo con él de fiesta volvería a ser el mismo.- dijo con algo de pena.
Yo asentí silenciosa pensando en todo lo que había dicho. Me costaba creer que ese chico alguna vez hubiese sido amable, pero si Lucas se preocupaba tanto por él es porque realmente valía la pena.
Entramos en la casa y enseguida me dieron ganas de bailar. Estaba lleno de gente y la música estaba muy alta. Cassie apareció de la nada y me llevó a bailar. A los diez minutos me moría de sed, me acerqué a una mesa llena de bebidas. Había tantas que no sabía que elegir, a si que pregunté a un chico que estaba cerca, no le había visto en la playa pero no se porqué me fié de él. Me dio un líquido azul que sabía muy bien y en seguida sentí mareo y todo me empezó a dar vueltas.
- Ven conmigo.- me dijo el chico que me había dado el vaso agarrándome del brazo.
Yo le seguí sin saber que estaba haciendo, me había entrado mucho sueño y no sabía donde me llevaba.
Nos quedamos en un pasillo donde no había mucha gente y él me acorraló contra la pared. Yo intentaba decirle que me dejase en paz pero no salía ninguna palabra de mi boca.
Empezó a besarme y yo no tenía fuerzas para apartarle, lo que me había dado me estaba sentando muy mal.
Mi vista se fue difuminado y veía todo borroso, vi como una sombra de pelo plateado empujaba al chico que tenía encima.
-¡¿Qué la has hecho?!- gritó la voz nueva.
- Que mas te da déjame en paz.- dijo el de la bebida empujándole también.
El chico del pelo plateado, ¿ era Nathan? Estaba demasiado mareada, no veía nada y poco a poco mis ojos se fueron cerrando hasta que caí al suelo volviendose todo negro y dejando de escuchar las voces de mi alrededor.
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Ángeles sin alas
Genç KurguLisa es una chica de catorce años que vive con su madre en Madrid desde hace unas semanas. Hoy es su primer día en el instituto, en el cual conocerá a seis nuevos amigos que le harán ver la vida de distinta manera y disfrutar de cada momento, y, aun...