IV

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Había un aroma muy particular a su alrededor, bastante fuerte, pero agradable. Su cuerpo dolía un poco, pero aquella dolorosa sensación era recompensada por la tersa tela que rodeaba su delgado cuerpo.

Lentamente fue abriendo sus ojos, buscando recomponerse de aquel sueño profundo al que se había sometido la noche anterior. Se sentó sobre la cama, mirando todo a su alrededor; esa en definitiva no era su habitación. Las paredes estaban pintadas de un azul índigo algo oscuro, adornado con unas pequeñas franjas blancas en el centro. La cama estaba cubierta por una suave tela de seda, tal como una cama de la realeza se vería.

Frunció su ceño, y salió de la intimidad que brindaban las cortinas de la cama. Notó que no llevaba su ropa propia, traía puesto un pants y una playera, ambos le quedaban bastante grandes, lo que daba a entender que no le pertenecía.

Despertando por fin, y recordando con claridad los sucesos de la noche anterior, caminó fuera de la habitación. Su mirada se perdió a ambos lados de los pasillos, estaban a oscuras, apenas alumbrados por unas pocas velas. Apretó sus labios, y simplemente caminó por el pasillo, dando al instante con unas escaleras, y al final de estas se podía apreciar una luz más fuerte, que apenas era medio bloqueada por las puertas de aquella habitación.

Bajó con prisa las escaleras, y se adentró a la habitación, sorprendiéndose un poco por lo que vio. Con algo de inseguridad, caminó hasta la mesa que estaba allí, repleta de comida. Había de todo; carne, fruta, pan, hasta vino. Tomó una uva, y la llevó a su boca, sonriendo por lo jugosa y dulce que estaba.

─Mm, ya despertaste, rubiecito. ─Se giró, y frunció el ceño por aquel apodo.

─Me llamo Tao, no rubiecito. ─Sus palabras salieron un poco a la defensiva. Viéndolo de un punto más real y cuerdo, estaba con un desconocido, alguien que podría asesinarlo con tan solo una de sus manos, ¿Cómo no podría estar a la defensiva?

El pelinegro soltó una suave risa, y se sentó en una de las sillas. Miró a Tao por un momento, y después sonrió un poco.

─Bueno, Tao, yo soy Yifan. Ahora que nos conocemos, ¿Por qué no te sientas a comer? ─Ofreció, señalando la silla frente a él. Tao entrecerró sus ojos, aquella sonrisa le resultaba espeluznante, y no porque diera miedo, sino que, en su opinión, nadie podía tener una sonrisa tan brillante y atractiva.

─¿Debería hacerlo? ─Preguntó, manteniéndose de pie en su lugar. No podía mentir, tenía hambre, pero tampoco sería tan flexible. Aunque Yifan no le inspiraba peligro en lo más mínimo, no podía simplemente aceptar cualquier cosa que venía de su parte, podía solo estar fingiendo.

Wu recargó sus codos sobre la mesa, sin borrar aquella sonrisa suya.

─Deberías, porque no has comido nada. Y, ¿No crees que si yo quisiera hacerte algo, ya lo habría hecho? ─En eso tenía razón. Ya había pasado una noche entera con aquel hombre, y fácilmente podía decir que todo un día, pues en ese momento, el cielo estaba completamente oscuro, no había un solo rayo de sol que se asomará por las ventanas.

Tao tomó otra uva y se la comió, aún así no se sentó. Yifan rio por lo bajo, negando suavemente.

─Bien, si no quieres comer conmigo, lo acepto. ─Dijo, levantándose de su lugar. ─Puedes comer cuanto quieras, de eso no te preocupes. ─Y sin más, salió del comedor. El rubio miró en dirección a la puerta, misma por la que había desaparecido el contrario. Tomó una bocanada de aire, y solo así se sentó a comer, sirviéndose un poco de todo en su plato.

No le costó tanto acabarse toda la comida que se había servido, y aún permaneció en su lugar comiéndose las uvas, esto, hasta que un sonido rompió el sepulcral silencio que reinaba en aquella mansión. Aquel sonido se repitió, y al poco se fue seguido por otros sonidos similares, empezando así una melodía suave.

𝗢𝗨𝗥 𝗣𝗔𝗥𝗔𝗗𝗜𝗦𝗘 ↷ 𝗞𝗿𝗶𝘀𝗧𝗮𝗼⏐𝖠𝖣𝖠𝖯𝖳𝖠𝖢𝖨𝖮́𝖭⏐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora