E P Í L O G O

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Acomodó la negruzca capucha en su cabeza, colocándose de rodillas frente al gran árbol de cerezos que había en dicho campo. Cerró sus ojos brevemente, inhalando de forma profunda, permitiendo que sus pulmones se llenarán del dulce y fresco aroma del campo de flores. Dejó que el silencio le cubriera con delicadeza y pasados un par de segundos, se puso de pie.

Tomó su estuche y sacó el violin que llevaba en este, observándolo brevemente antes de comenzar a tocar.

Sus dedos se mostraron con firmeza y delicadeza sobre el violin, dejándose llevar por las notas de este. Poco a poco, aquel silencio se transformó en una linda pero triste melodía, expresando de forma perfecta el sentir del joven, que aún con el pasar del tiempo, seguía sintiendo cierta pena cada que visitaba ese lugar.

Cuando su canción cesó, permaneció en silencio nuevamente, con sus ojos cerrados, solo apreciando el sonido de las hojas chocar entre sí, pero su tranquilidad se vio interrumpida por una vocecilla que le llamó a lo lejos.

─¡Tao!

Miró detrás de sí, sonriendo de forma suave al ver a SeHun caminando en su dirección, con una pequeña sostenida de su mano quien, al notar que captó la atención del rubio, se soltó para correr hacia él.

─Irina, ¿Qué estás haciendo aquí? ─La pequeña no respondió a su pregunta, pero si rio en alto, lanzándose a sus brazos.

─Tuve que acompañarla, porque ya estaba dispuesta a ir detrás de ti sin permiso.

─Quería acompañar a Tao, no quería que viniera él sólito.

Se justificó la niña. Sus ojos escarlata se fijaron en los del mayor, antes de desviarlos a la lápida de mármol que descansaba debajo de la sombra del árbol.

─¿Esa es del príncipe? ─Tao miró nuevamente la lápida, sonriendo apenas y asintió.

─Sí. ¿Quieres decirle algo?

La infante asintió rápidamente con una sonrisa resplandeciente, dejando ver sus pequeños colmillos que apenas comenzaban a crecer. Ante esto, Tao dejó a la pequeña vampiresa sobre el césped, acomodándose a su lado.

─Umm... ─La niña jugueteó con sus dedos, mirando la lápida algo indecisa. ─Príncipe YiFan... Yo quiero darle las gracias por haber permitido que yo y mi mami tuviéramos un bonito hogar... ¡Gracias!

Los dos mayores presentes no pudieron evitar reír por sus palabras, aunque algo torpes fueron tiernas. Tras los tres haberse quedado en silencio, el rubio volvió a tomar su estuche y la mano de la pequeña, ayudándola a levantarse para comenzar a caminar de regreso a su hogar.

A lo lejos se veía una gran cabaña, rodeada de unos cuantos niños, quienes jugaban entre el césped y las flores, siendo vigilados por un joven y una vampiresa mayor, quienes se encontraban sentados bajo la sombra de un manzano.

─¡Mami! ─La niña se soltó del agarre que SeHun y Tao tenían sobre ella, corriendo rápidamente en dirección de la mencionada, quien la recibió con una gran sonrisa y un abrazo.

Ambos jóvenes se quedaron de pie a la colina, observando a esa pequeña familia que habían logrado unir. Irina y su madre, quienes perdieron todo en la guerra. JunMyeon, un chico que encontraron lastimado en plena carretera, y por último, los pequeños ChanYeol, BaekHyun y JongDae, una tercia de diablillos que llegaron por sí solos en el momento preciso que decidieron levantar aquella casa.

Tao observaba con orgullo y nostalgia a sus nuevos seres queridos, personas que, al igual que él, buscaban su lugar ideal, donde no hubiera necesidad de pelear o lastimar a alguien solo por seguir ideas estúpidas impuestas por otros. No había encontrado su paraíso, pero al menos sí pudo crearlo por su propia cuenta.

SeHun le miró de reojo, antes de unirse también a los niños que no dejaban de correr y saltar por toda la colina, con sus fuertes y animosas risas retumbando en los oídos del rubio.

─YiFan... Al fin lo encontramos...


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F I N

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