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Julieta abrió los ojos, sorprendida por las palabras del jugador. Antes de que pudiera articular una respuesta, Leandro se inclinó hacia ella y unió sus labios con los de ella en un beso inesperado. Al principio, se quedó inmóvil; el gesto había sido demasiado repentino. Sin embargo, a medida que sus sentidos se ajustaban a la situación, comenzó a responder, dejándose llevar por la corriente del momento.

Sintió cómo las manos de él se amoldaban a su cintura antes de subir suavemente hasta su nuca, profundizando el beso. La calidez de su cuerpo y la intensidad del momento la envolvieron, mientras su lengua se abría paso en un baile apasionado que la llevó a perderse en la experiencia. El beso se volvió más intenso, lleno de una química palpable que ambos parecían haber estado ignorando hasta ese instante.

Finalmente, Leandro rompió el contacto, ambos jadeando por la falta de aire. Su sonrisa era cómplice y triunfante, mientras Julieta trataba de procesar lo que acababa de suceder. La sorpresa todavía reflejada en su rostro, él la alzó en brazos, riendo suavemente, y la llevó hacia la pared, acorralándola con una mezcla de firmeza y dulzura.

Volvieron a besarse, y esta vez, Leandro se atrevió a colocar sus manos sobre el trasero de Julieta, ejerciendo una presión suave que la acercaba más a su cuerpo. La intensidad del momento aumentó, y ambos parecían perderse en una burbuja de deseo.

—Yo no te lo puedo creer, Julieta —murmuró él, su voz un susurro cargado de asombro mientras dejaba suaves besos en su mandíbula. Ella sonrió, casi hechizada por la cercanía—. Mira cómo te dejas, ¿no era que no me bancabas?

—Y bueno... a veces entre los que no se bancan se genera mucha tensión sexual. ¿No? —respondió ella, con una chispa de desafío en sus ojos.

Leandro sonrió, sintiendo cómo esa tensión se transformaba en algo palpable.

—No te das una idea de cuánto me calentó verte con esta bikini y saliendo de la pileta —dijo, enganchando un dedo en el elástico del corpiño de ella, tirando suavemente de él antes de soltarlo—. Te vi tantas veces, estabas demasiado hermosa.

Julieta alzó una ceja, sorprendida por su sinceridad, pero también divertida.

—Mira vos. Qué raro, igual, eh —replicó, intentando mantener el tono ligero—. Porque yo te vi muy interesado en otra minita.

—¿Ya me estás toxiqueando? —preguntó Leandro, colocando el dedo pulgar sobre el labio inferior de Julieta. Después de un breve momento, lo soltó para acariciar suavemente su mejilla—. Me gustan así.

—¿Entonces te gusto? —inquirió ella, sin darse cuenta de que su tono revelaba un interés genuino.

—No dije que me gustes vos, dije que me gustan las tóxicas —replicó él, chasqueando la lengua mientras se mordía el labio—. Igual, vos estás re buena; también podes gustarme.

—El último romántico —respondió Julieta, con una risa entrecortada, intentando restarle seriedad a la conversación.

Leandro soltó una risa nasal, divertida y despreocupada. Con un movimiento, empujó más su trasero, haciendo que sus cuerpos se rozaran íntimamente. Julieta cerró los ojos y echó la cabeza un poco hacia atrás, exponiendo su cuello, un gesto que no pasó desapercibido para él. Sin dudarlo, comenzó a dejarle varios besos en la piel expuesta, provocando que ella jadease suavemente por la sorpresa y el placer.

Con delicadeza, deslizó su lengua por las clavículas de Julieta, provocándole escalofríos que recorrían su cuerpo, avivando aún más el calor que empezaba a acumularse entre ellos. Cada beso, cada roce, aumentaba la intensidad del momento, creando una conexión ardiente que parecía consumirlos por completo. En esa pequeña burbuja de intimidad, el mundo exterior se desvanecía, y solo existía la química innegable entre ellos.

redhead - leandro paredesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora