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Julieta comenzó el día de una manera poco optimista, sumida en un estado de apatía. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, pero ella prefería permanecer acurrucada en su cama, cubierta hasta la cabeza con la sábana. Rodrigo, sin embargo, no estaba dispuesto a dejar que su amiga se quedara ahí todo el día.

—Dale, Casales, no me hagas calentar —insistió él, sacudiéndola suavemente—. Vos amas comer. Entiendo que estés mal, pero tenés que morfar algo.

Ella emitió un ruido de queja, incapaz de articular una respuesta. En su mente, la idea de levantarse y alimentarse parecía un desafío abrumador.

—No quiero, Rodrigo —replicó, tapándose aún más con la sábana, como si esa fuera una barrera suficiente para el mundo exterior.

Frustrado, su amigo suspiró.

—Listo.

Julieta sintió cómo él se levantaba de la cama y se dirigía hacia la puerta. En su mente, había una pequeña esperanza de que se hubiera dado por vencido y la dejara en paz, pero eso no fue lo que ocurrió. De repente, la puerta se abrió y tres personas se lanzaron sobre ella.

—Shuli, você tem que comer  —exclamó Neymar, asomando la cabeza con una sonrisa que iluminó la habitación. (Juli, tenes que comer)

—Eso, pelotudaza. La comida es el amor de tu vida, después de tu cantante favorita —añadió Dybala, mientras se sentaba a un costado de la cama, aportando su energía contagiosa.

—La rubia esa, ¿no? —preguntó Lisandro, dándole un golpecito en la pierna. Julieta no pudo evitar sonreír de lado ante el comentario, sintiendo que la conversación sobre su ídolo le había sacado un poco de la tristeza.

—Dale, tonta. Vamos los cinco a comer a mi habitación y así limpian acá. Después te acompañamos hasta aquí —dijo Rodrigo, su entusiasmo era palpable.

—Bue, está bien. Pero solo un rato —respondió Juli, sintiéndose un poco más animada ante la propuesta. Los cuatro aplaudieron en celebración, y ella sonrió, sintiendo cómo su corazón se aligeraba.

Le pareció especialmente tierno ver a Lisandro en ese grupo, especialmente después de la conversación que habían tenido. Y no podía dejar de pensar en lo amable que era Neymar al interrumpir sus vacaciones solo para levantarle el ánimo. El apoyo de sus amigos era un bálsamo para su alma, y en ese momento, se sintió afortunada de tenerlos a su lado.

Julieta se levantó de la cama con una actitud despreocupada, vistiendo su pijama sin prestar atención a su apariencia. Decidida a unirse a sus amigos, se dirigió hacia la puerta, pero al avanzar, se topó con la espalda de Lisandro, quien había frenado en seco.

—Me olvidé la gorra adentro, Juli, ¿me la pasas? —le pidió su amigo. Ella asintió, aunque con cierta duda, antes de regresar a su habitación.

Mientras se acercaba a la puerta, comenzó a escuchar murmullos y voces elevándose en lo que parecía ser una discusión. Sin necesidad de pensarlo demasiado, identificó de inmediato a los involucrados. Aunque intentaba no intervenir, ya que había cuatro hombres en la sala que podrían manejar la situación, su instinto de protección se activó al escuchar que alguien le decía a Rodrigo que no se mandara cagadas.

Con el corazón latiendo más rápido, zigzagueó entre los chicos que estaban allí y llegó al frente. A medida que se acercaba, la tensión en el aire se hacía palpable. Sabía que debía actuar rápidamente antes de que la situación se saliera de control.

—¡Eu, eu, Rodri! Banca, boludo —exclamó Julieta, empujando suavemente a su amigo del hombro para alejarlo de Leandro. —Anda para allá, cálmate un toque.

redhead - leandro paredesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora