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Julieta se despertó de golpe, sobresaltada por el sonido del celular que resonaba en sus sueños. Todavía con la mente confusa por el abrupto despertar, estiró la mano hacia su cartera, que, por pura suerte, había terminado cerca de ella la noche anterior. Aún adormilada, logró alcanzar el móvil y lo llevó al oído, mientras su respiración intentaba recuperar el ritmo normal.

—Julieta, ¿dónde mierda estás? —se oyó la voz de Rodrigo al otro lado de la línea, cargada de preocupación—. Ayer no llegaste al hotel. ¿Estás bien? ¿Te pasó algo? ¿Llamo a la policía?

—Rodri, Rodri, calmate, por favor —dijo en un tono apaciguador, apoyando la frente en la mano—. Estoy bien, no me pasó nada.

Hubo una breve pausa mientras decidía cómo explicar lo que había sucedido.

—No llegué al hotel porque... conocí a un chico en el camino y, bueno, el resto mejor no te lo cuento —añadió, con un toque de incomodidad en la voz, sabiendo que Rodri entendería el contexto.

—Ahh, por llorarle a una pija no pudiste avisarme que estabas bien. Me re preocupé, boluda.

—Perdón, perdón. Ya sé que estuve mal —admitió, sincerándose mientras mordía su labio, arrancándose una pequeña pielcita con nerviosismo.

Aparte, estaba ilusionado de comer helado.

Julieta no pudo evitar reírse un poco, aunque el comentario también la hizo sentir peor.

—Basta, me hacés sentir mal —replicó con una mezcla de risa y frustración, dándole vueltas a lo que había pasado—. Si querés, vamos a desayunar juntos.

—Juli, son como las cuatro de la tarde ya —respondió Rodrigo, entre risas—. Vinimos con los pibes a jugar vóley en la playa, si querés venite y merendamos.

Uy la puta madre. Después te llamo.

Julieta cortó la llamada y se giró, separándose bruscamente de Leandro, quien acababa de despertarse por su repentina acción. Todavía adormecido, la miró con confusión, frunciendo el ceño mientras intentaba comprender lo que ocurría.

—¿Qué haces, enferma? —preguntó con voz ronca—. ¿Cómo te vas a despertar así?

—Son las cuatro de la tarde ya, pajero. Me tengo que re ir.

—Son las cuatro de la tarde ya, pajero. Me tengo que re ir —respondió ella, apresurándose mientras comenzaba a vestirse.

—Me tengo que re ir, suena re groncho —dijo, cubriéndose la cara con la mano mientras intentaba contener la risa—. Te juntás de más con Rodrigo.

—Olvidate —contestó ella con un gesto despreocupado mientras se colocaba los zapatos. De repente, se levantó de un salto, lista para salir. La mirada de Leandro la siguió con interés, una sonrisa dibujándose en su rostro al verla tan decidida. —Rodri me dijo que estaban en la playa jugando vóley, así que me voy para allá —le informó mientras recogía sus cosas—. ¿Vos vas a ir?

—Si vas vos, obvio —respondió sin dudarlo—. Te quiero ver con la bikini roja de la otra vez.

—Pajero —respondió Julieta, divertida, mientras agarraba la almohada que había caído al piso y se la tiraba directo a la cara, provocándole una risa más fuerte.

Julieta salió apresurada de la habitación, dirigiéndose directamente hacia el ascensor. Su mente estaba ocupada, repasando los planes del día, cuando las puertas comenzaron a cerrarse. Pero justo antes de que lo hicieran por completo, una mano apareció para trabarlas, y en cuestión de segundos, cierto jugador se subió junto a ella.

redhead - leandro paredesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora