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Eran las cuatro de la mañana, y Julieta seguía despierta, incapaz de conciliar el sueño. A su lado, Leandro dormía profundamente, roncando de manera suave mientras ocupaba gran parte de la cama. Su brazo la rodeaba con fuerza, en un abrazo que debería haberle dado consuelo, pero ni siquiera esa proximidad lograba calmar la inquietud que sentía en su interior.

Miró al techo por un momento, tratando de encontrar la paz en la oscuridad de la habitación. Luego, con un suspiro silencioso, estiró la mano hacia la mesita de luz para agarrar su celular. Observó la pantalla unos segundos, como buscando una respuesta en las notificaciones que no aparecían, antes de decidir que no podía seguir allí. Con sumo cuidado, se deslizó fuera del abrazo protector de Leandro, quien continuaba durmiendo sin notar su ausencia.

Se calzó las ojotas sin hacer ruido y salió de la habitación, dirigiéndose por el pasillo en dirección a la habitación de Rodrigo. Había algo en la presencia de él que siempre lograba tranquilizarla, algo que necesitaba en ese momento.

Cuando llegó frente a la puerta, golpeó con insistencia, sintiendo una mezcla de culpa por despertarlo, pero también la urgencia de hablar con alguien que la entendiera. No pasó mucho tiempo antes de que la puerta se abriera lentamente. Allí estaba Rodrigo, su cabello en completo desorden, lo cual le sorprendió a Julieta, ya que hacía poco se lo había cortado casi al ras. Parecía aún más desorientado de lo habitual, sus ojos entrecerrados por el sueño interrumpido.

—Supongo que te pasó algo —comentó él con voz ronca y adormilada, mientras se hacía a un lado para dejarle espacio—. Adelante, el consultorio de De Paul está abierto.

La respuesta de Rodrigo la hizo sonreír. Era su forma habitual de recibirla en momentos como ese, con una mezcla de humor y ternura. Antes de entrar, Julieta se inclinó y le dejó un beso suave en la mejilla, agradecida por su comprensión.

Sin decir más, caminó hasta la cama y se sentó en el borde, dejando que el silencio entre ambos hablara por unos momentos. Rodrigo, a pesar de estar medio dormido, se acercó y se sentó a su lado, esperando a que ella decidiera hablar. Sabía que no necesitaba apresurarla; siempre había sido así entre ellos, un entendimiento implícito de que las palabras llegarían a su tiempo.

—No podía dormir —confesó finalmente, dejando caer el celular sobre la colcha, como si el peso del objeto representara también el de sus pensamientos. Rodrigo no respondió de inmediato, solo asintió, esperando que ella continuara. Era su modo de escuchar, paciente, sin presiones.

—Contame, reina, ¿qué pasa? —preguntó con suavidad, mientras cebaba el primer mate y se lo tomaba él mismo, dejando claro que estaba allí para escucharla por completo.

Julieta suspiró profundamente, jugando con el borde de la colcha. Su mirada estaba fija en el suelo, como si las palabras fueran difíciles de formar.

—¿Viste que te conté que mi vieja adelantó mi vuelta a Barcelona? —dijo, levantando la vista solo lo suficiente para captar la atención de su amigo. Rodrigo asintió y, sin apurarse, le cebó otro mate, pasándoselo con cuidado.

Ella lo tomó entre sus manos, disfrutando del calor antes de continuar.

—Bueno, hoy Lean me soltó así de la nada que vayamos juntos a Italia. Que no vuelva con mi vieja. Me dijo que me ayudaría a formar mi propio trabajo —las palabras salieron como si se estuvieran desgranando lentamente de su mente, mientras buscaba en Rodrigo alguna reacción que la ayudara a poner en orden sus pensamientos.

El morocho, siempre observador, se quedó en silencio por un momento más largo de lo habitual. Sus ojos analizaban las expresiones de Julieta, leyendo cada pequeño gesto que ella hacía. Mientras tanto, ella bebía el mate, disfrutando de esa calma pasajera. El único sonido en la habitación era el del sorbo final cuando lo terminó.

redhead - leandro paredesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora