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Julieta estaba recostada sobre el pecho de Leandro, sintiendo el suave ritmo de su respiración mientras ambos disfrutaban de una tarde tranquila frente a la televisión. Estaban viendo Modern Family, una de las series favoritas de ella, y se deleitaba viendo cómo él se reía con cada escena. No podía evitar sonreír al notar que lo había "enganchado" con la serie, algo que le daba un pequeño triunfo personal.

—Está muy buena —comentó Leandro, sin apartar la vista de la pantalla, todavía divertido por el último chiste de Phil Dunphy.

—Sí, es una de las mejores joyitas que pude descubrir —respondió ella con una sonrisa cómplice. Sin que Paredes se diera cuenta al principio, empezó a deslizar su mano lentamente por debajo de la remera de él, sus dedos recorriendo los definidos abdominales que había llegado a conocer tan bien. Era un juego que solía hacer, casi como un reflejo, y disfrutaba de la reacción que causaba en él.

Cuando levantó la mirada, Leandro ya la estaba observando con una sonrisa que mezclaba diversión y deseo.

—¿Qué hacés, desubicada? —dijo él, aunque su tono era más juguetón que reprochador. Mientras hablaba, su mano, que había estado reposando en la cintura de ella, comenzó a subir despacio, acercándose peligrosamente al borde del corpiño.

Julieta soltó una pequeña risita, esa que usaba cuando las cosas comenzaban a ponerse más intensas de lo que ambos querían admitir. Sabía perfectamente cómo encenderlo, pero siempre prefería mantener un aire de inocencia, aunque ambos sabían que estaba lejos de serlo.

—¿A dónde vas con esa manito? —le preguntó, arqueando una ceja, simulando estar sorprendida, aunque sus ojos brillaban con picardía.

Se separó un poco, lo justo para sacar su mano de debajo de la remera de él, pero no se quedó quieta por mucho tiempo. Decidida, se sentó sobre su regazo, encarándolo directamente y volviendo a meter ambas manos bajo la tela, recorriendo con los dedos el contorno de sus abdominales. Sentía el calor de su piel bajo las yemas de los dedos, y cómo su cuerpo reaccionaba a sus caricias.

Leandro tomó el control del televisor y pausó la serie, luego volvió su mirada hacia Julieta, observándola con calma. Le encantaba verla así, al natural, sin maquillaje. Cada peca que adornaba su rostro parecía contar una historia, y él no podía evitar quedarse maravillado por los detalles que normalmente ella prefería ocultar.

—¿Por qué te tapas las pecas? —preguntó con genuina curiosidad—. Son hermosas.

Julieta esbozó una sonrisa algo tímida y, tras un suspiro, explicó:

—Resumiendo, por culpa de mis ex compañeros de clase. Me jodían siempre y, bueno, eso me generó una inseguridad que nunca antes tuve —encogió los hombros, riendo con una mezcla de resignación y nostalgia—. Aunque, después, Rodri se encargaba de darles unas buenas patadas en la canchita del barrio. Nunca fallaba.

Leandro sonrió, imaginándose a un joven Rodrigo defendiendo a su amiga de aquella manera tan típica de él.

—No te las tapes, boluda —insistió con un tono serio pero cálido—. En serio te digo, son hermosas y hacen que tu mirada resalte más. Además, ya no estás en el colegio, creciste, y no podés seguir dejando que esas boludeces del pasado te afecten.

Julieta soltó una risita nerviosa y rápidamente escondió su rostro contra el pecho de Leandro. Podía sentir cómo sus mejillas se empezaban a encender, una sensación de calor que la hacía sentir vulnerable pero también segura con él.

—No sé qué voy a hacer con vos... —murmuró entre risas, mientras trataba de esconder lo colorada que se había puesto.

Sin embargo, el momento tierno se rompió abruptamente cuando escucharon un golpeteo en la puerta y una voz que ambos conocían muy bien.

redhead - leandro paredesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora