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Con una mezcla de nerviosismo y deseo, Julieta se acercó al jugador, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Apoyó suavemente la mano en su mejilla, sintiendo la calidez de su piel. Con un ligero giro de cabeza, lo atrajo hacia ella y lo besó. En ese instante, todo lo demás desapareció; el mundo exterior se desvaneció y solo existía ese pequeño rincón de felicidad que compartían.

—Dios, lo que te extrañé, hermosa —exclamó Leandro, mientras sus manos se deslizaban por la espalda de la joven. Sus dedos alcanzaron el borde de su remera, y se permitió introducirlas bajo la tela, anhelando el contacto directo con su piel.

—Yo también te extrañé un montón. Perdón por no dejarte hablar —respondió ella, su voz un susurro mientras se sumía en la calidez de sus abrazos.

—No te preocupes. Sabía que necesitabas tu tiempo —le aseguró él, ofreciendo una sonrisa que iluminaba su rostro.

Julieta soltó una pequeña risa, un sonido que resonó como música para él.

—Deja de ser tan perfecto porque me volas la tanga —bromeó, sintiendo que la atmósfera se cargaba de complicidad.

—Bueno, también, si quieres, te la saco —contestó él, con un guiño travieso, mientras su mirada se volvía más intensa.

El intercambio de sonrisas y miradas lascivas entre ellos era palpable. Sin romper el contacto visual, Leandro comenzó a descender sus manos por el pantalón de pijama que ella llevaba puesto. Enganchó el dedo pulgar en el elástico, y con un movimiento suave, empezó a bajarlo, dejando parte de su trasero expuesto. Aprovechando la oportunidad, decidió darle una nalgada juguetona, una acción que provocó una mezcla de sorpresa y risa en Julieta.

—Hijo de puta —le soltó Julieta, golpeándolo con el puño en el pecho, aunque su tono tenía más de broma que de enojo.

—Bien que te gusta —respondió Leandro, mordiendo su labio inferior con picardía mientras comenzaba a masajearla, apretándola contra él.

Un gemido involuntario escapó de los labios de ella al sentir la creciente erección de Leandro contra su abdomen bajo. La química entre ellos se hacía palpable, y Julieta sabía que la situación se estaba volviendo más intensa. Con una sonrisa traviesa, comenzó a ponerse de rodillas frente a él, su mirada llena de insinuación.

—No seas forra eh —advirtió él, agarrándole el pelo con suavidad y atándolo en una pequeña coleta, tirando ligeramente hacia abajo.

Sin dudarlo, Julieta bajó el short de él. Cuando su prenda quedó solo en boxers, ella pasó una mano sobre la tela, tocando su miembro por encima de esta. Al escuchar el jadeo de Leandro, su sonrisa se amplió, satisfecha por la reacción que provocaba en él.

—Dale, Julieta, la puta madre. Me va a explotar la pija si sigues así —exclamó Leandro, la frustración y el deseo marcando su voz.

—Qué poca paciencia, eh —respondió ella con picardía, dejando un suave beso sobre la punta de su miembro antes de sonreír de lado—. Tengo que cobrar venganza por subir esa foto mía a tu Instagram.

—¿Ah, sí? Entonces, yo también voy a cobrar venganza —replicó él con una chispa de desafío en sus ojos.

Sin previo aviso, Leandro la tomó de los brazos, levantándola del suelo y guiándola hacia la cama. Con un empujón juguetón, la hizo recostarse sobre el colchón, sin darle oportunidad de acomodarse como quería. En un rápido movimiento, la giró, dejándola de cara contra la cama.

Agarra sus caderas con firmeza, instándole a levantar el trasero, colocándola en una posición en cuatro. La tensión en el aire se volvió palpable mientras ambos se sumergían en un juego de seducción y dominación, donde la venganza se convertiría en una experiencia intensa y placentera.

redhead - leandro paredesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora