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A pesar de que aún les quedaba un tiempo considerable para disfrutar de sus vacaciones en Brasil, tanto el futbolista como la modelo habían decidido regresar antes. Leandro había prometido a Julieta que le haría un tour por Turín y que la ayudaría a adaptarse a la nueva vida que ambos iban a comenzar juntos.

—Te voy a extrañar, motorcito —le dijo ella con tristeza mientras lo abrazaba con fuerza.

Rodrigo, sintiendo la carga emocional del momento, la miró a los ojos y respondió:

—Ni se te ocurra ponerte a llorar, eh. No quiero que nuestra despedida sea tan triste, Azul.

Julieta hizo una mueca, un poco de risa entre lágrimas.

—No me llames por mi segundo nombre, Javier —le dijo mientras le daba un ligero golpe en el pecho. Su risa se tornó en un llanto suave, y, aunque las lágrimas brotaron, la alegría por su nuevo rumbo seguía iluminando su rostro—. Voy a ir a verte cuando estés con Fran, promesa.

—Ya sé, mi reina. Te voy a esperar —contestó él, empujándola suavemente para separarla de su abrazo, y comenzó a limpiarle las lágrimas con ternura—. Pasala bien, disfruta y sé feliz. Te lo mereces, mucho. Y si llega a pasar algo con el gato aquel, me avisas y me tomo el primer avión que pueda para meterle una patada en el orto. ¿Entendido?

Julieta sonrió entre lágrimas, sintiendo la calidez de las palabras de su hermano.

—Sí, hermanito, entendido —dijo, limpiándose algunas lágrimas que se escapaban. Luego, tomó una profunda respiración, tratando de calmarse—. Te quiero, Rodri.

—Yo también te quiero, hermanita. Nos vemos en unas semanitas —respondió él, estrechándola nuevamente en un abrazo que contenía la promesa de reencuentros futuros y el apoyo incondicional que siempre habían compartido.

Julieta lo abrazó nuevamente, esta vez con más fuerza, sintiendo el peso de la despedida y todo el cariño que había compartido con su amigo. Con todo el pesar del mundo, finalmente se separó de él. En ese instante, Leandro se acercó, tras haberles dejado el espacio que necesitaban para despedirse, y pasó un brazo por la cintura de la pelirroja, acercándola a él con ternura.

—Cuídala mucho, Paredes. Te tengo entre ceja y ceja, ¿eh? —dijo Rodrigo, su mirada fija en el futbolista con una mezcla de advertencia y afecto.

—Sí, amigo, ya aprendí la lección. Lo prometo —respondió Leandro, asintiendo solemnemente.

—Más te vale —replicó el morocho, dejando que su expresión de enojo se desvaneciera rápidamente en una sonrisa—. Dale, váyanse de una vez. No los banco más.

—Mandale muchos besos a Licha, Paulito y Ney.

—Les mando colo.

Finalmente, la pareja salió del hotel, dispuestos a emprender su nueva aventura. Se acomodaron en el auto, que ya tenía todas sus pertenencias listas y los llevaría directamente al aeropuerto.

—Va a ser toda una locura —comentó Julieta, entrelazando sus dedos con los de Leandro, sintiendo la calidez de su mano.

—Pero es una locura que vamos a hacer juntos —respondió él con una sonrisa, acercando su mano al rostro de la joven y dejando un suave beso en el dorso de su mano.

Ese gesto hizo que Juli se sintiera derretir por dentro. Una sensación de felicidad la envolvió, y por un instante, las dudas sobre el futuro se desvanecieron. Por fuera, soltó una risita vergonzosa, incapaz de contener la emoción que le provocaba la ternura de Leandro.

No pudiendo resistir el impulso, se escondió un momento apoyando la frente en el hombro del ojiazul. Sentía su risa resonar en su oído, un sonido que la hacía sentir en casa. La conexión entre ellos era palpable, y cada pequeño gesto reforzaba la confianza que ambos compartían.

redhead - leandro paredesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora