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Julieta abrió los ojos de golpe, sobresaltada por un ronquido que resonaba casi en su oído. Con un suspiro de frustración, se llevó las manos a la cara, frotándose los ojos como si intentara despejarse de un sueño que aún la abrazaba.

La noche anterior había sido larga y complicada. Su amigo Rodrigo había estado atravesando un periodo de tristeza, y, como la leal amiga que siempre había sido, Julieta decidió hacerle compañía en su habitación. Mientras él se acomodaba en la cama, ella se instaló en el sillón, recordando la vez anterior en la que habían hecho lo mismo.

Con el deseo de aprovechar el tiempo hasta que el buffet abriera, tomó su celular y lo desbloqueó. Los mensajes de sus amigos y las notificaciones la esperaban. Navegó entre los chats, buscando una distracción que le ayudara a olvidar el cansancio que la invadía. La luz de la pantalla iluminaba su rostro, brindándole un respiro antes de que la mañana realmente comenzara.

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Julieta se levantó del sillón, estirándose antes de acomodarse el short de su pijama. Con determinación, tomó el teléfono que daba a la recepción y pidió el desayuno para dentro de media hora. Quería asegurarse de que Rodrigo comiera algo y evitara sentirse mal por su tristeza.

—Te quiero, cuchurrumi —susurró, inclinándose para dejar un suave beso en la frente de su amigo antes de salir.

Se calzó las ojotas y se dirigió hacia el ascensor. En menos de diez segundos, se encontró frente a la puerta de Leandro, golpeando con impaciencia para que le abriera.

—Hola, mi hermosa —la saludó él, rodeándola con un brazo y tirando de ella para meterla adentro.

Julieta cruzó las manos por detrás de su cuello y lo besó con cuidado, disfrutando de la calidez del momento. Al separarse, Leandro la miró con una intensidad que la hizo sonrojar.

redhead - leandro paredesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora