Capítulo cuarenta y uno.

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MARFIL MARTÍNEZ

Agosto pasó volando y cuando me di cuenta ya estábamos a mediados de septiembre. Yo había empezado mi último año de universidad a principios de mes y Pablo había vuelvo a los entrenos como siempre, ya que La Liga había empezado ya.

Agosto fue bastante movidito, quisimos aprovechar todo el tiempo posible a disfrutar el último mes de vacaciones.
Nos fuimos todos juntos a Ibiza cuatro días de plan improvisado y la verdad es que lo habíamos pasado de locos. También habíamos aprovechado para ir demasiado a la playa y las quedadas en casa de Pedri por las tardes se habían vuelto rutina ya.

En resumen, había pasado uno de los mejores veranos de mi vida. Y todo gracias a ellos.

Pablo y yo estamos mejor que nunca. Claramente teníamos nuestros piques habituales pero hacia demasiado tiempo que no teníamos una de nuestras discusiones fuertes. Habíamos aprendido a hablar las cosas con calma antes de enfadarnos entre nosotros y echarnos las mierdas encima, y yo me alegraba muchísimo por ello porque poco a poco estábamos construyendo una relación de lo más sana.

Ahora mismo me encontraba saliendo de la universidad. Me había tocado el primer horario de mañana, por lo que entraba súper temprano pero por lo menos algunos días podía estar a las 12:30 ya fuera, excepto los días de clases prácticas que salía muchísimo más tarde.

Hoy era uno de estos días que tengo el ánimo por los suelos. Me había levantado completamente de bajón y las clases de hoy no me habían servido para nada ya que no estaba centrada. Menos mal que estábamos ya a jueves, aunque eso tampoco me animaba mucho ya que Pablo tiene partido fuera el sábado así que tampoco nos íbamos a ver hasta el domingo.

Me subo a mi coche de mala gana mientras siento unas ganas de llorar terribles.
Me tiene que bajar la regla en breves y eso hace que esté mucho más sensible de lo normal.

Suelto un suspiro profundo intentando liberar el nudo de mi garganta mientras siento una presión en mi pecho.

Llevo con ansiedad toda la semana, este año de universidad me está viniendo bastante grande a pesar de llevar menos de un mes de clase, y estar en casa muerta del asco tampoco me ayuda demasiado ya que prácticamente no he visto a Pablo en toda la semana porque no damos cuadrado horarios, y él es el único que me puede animar un poquitín.

Las lágrimas empiezan a caer por mis mejillas mientras cierro los ojos y suspiro profundamente intentando tranquilizarme.

Parezco imbécil poniéndome así cuando no me ha pasado nada malo, pero llevo una semana desanimada pérdida y este curso me está dando una buena ostia en la cara.

Mi móvil empieza a sonar en el bolsillo de mi sudadera y yo respondo a la llamada sin ni siquiera mirar quién es.

—¿Qué?—respondo borde al teléfono porque no tengo ganas de hablar con nadie.

—Madre mia, me conozco a alguien que se ha levantado de mal humor—escucho a mi novio por la otra línea. —¿Pasó algo mi vida?

Yo suspiro sin responder a su pregunta mientras siento como las lágrimas caen sin parar por mis mejillas porque ahora me siento mal por contestarle borde.

—Amor,¿estas llorando?—lo escucho preguntar preocupado haciendo que yo asienta como una tonta aunque él no me esté viendo. —Háblame, nena.

—Es que hoy no tengo el día, Pablo. Llevo una semana de mierda y las clases de hoy han sido una basura porque no me he enterado de nada. Además, creo que me acaba de bajar la regla y estoy sin tampax ni nada porque no me he acordado de meter ninguno en el bolso.—digo llorando aún con el móvil en la oreja.

EVITERNO ; pablo gavi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora