Extra ocho: Eviterno. FINAL

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MARFIL MARTÍNEZ

Si me hubieran dicho hace veintitrés años que iba a estar eternamente feliz con mi vida me hubiera reído.
Pero bueno, después de tanto tiempo he llegado a la conclusión de que el causante de esa felicidad es Pablo.

Mi Pablo.

Parece increíble que lo que empezó con un simple tonteo después de yo haber salido de la relación más tóxica de mi vida acabará así. Pero él había llegado como un huracán y me había desbarajustado todas las ideas que tenía en la cabeza en aquel momento.
Me enseñó a quererme como hacía mucho tiempo que no lo hacía, y se quedó a mi lado a pesar de todas las adversidades y yendo a mi ritmo.

Sin ninguna duda, Pablo había sido, es y será esa persona especial que te marca el corazón.

Y veintitrés años después seguíamos aquí, juntos y soportándonos día a día. Viviendo en primer plano lo que era ser padres de tres terremotos andantes.

—¡Te he dicho que no me robes las botas, Olivia joder, que tengo partido hoy por la tarde!—escucho el grito de Enzo desde el piso de abajo.

Suspiro mientras me acomodo en la silla de la cocina mientras le doy un trago a mi primer café de por la mañana.

—¡Que yo no las tengo, puto loco!—grita mi hija de vuelta. —Las habrás dejado en el vestuario, pero a mi no me eches la bronca que ya bastante tengo con lo mío.

Suspiro mientras espero a que se tranquilice el asunto. Suelen pedirse perdón y solucionar las cosas sin que nosotros nos metamos de por medio, y la verdad es que lo agradezco porque tener a dos adolescentes de dieciséis y diecisiete años en casa es un puto espectáculo.

La puerta de la cocina se abre y entra mi cuarto amor con cara de dormida.

—Mamá, madre mía, no paran de gritar.—dice mi pequeña Triana mientras se acerca a mi.

—Los escucho desde aquí abajo, mi amor.—digo dándole un beso en la frente mientras la subo a mi regazo. —Ya se arreglarán ahora, que ya sabes que no duran mucho tiempo cabreados.

—Porfavor y gracias.—dice ella suspirando haciendo que yo me ría. —¿Papá sigue durmiendo?

—Con estos gritos de buena mañana lo dudo mucho, aunque tu padre siempre puede sorprender y seguir durmiendo como un lirón.—digo riéndome mientras la siento en mi silla y yo me levanto. —¿Que quieres desayunar?

—Colacao, porfi.—dice ella sonriente haciendo que yo le dé un beso.

Me pongo a hacerle el desayuno cuando oigo como la puerta se abre dejándome ver a un Pablo despeinado y sin camiseta entrando en la cocina.

—Esto es una casa de locos, ni un sábado tranquilo.—dice él suspirando mientras le va a dar un beso a su hija pequeña. —¿Tú has dormido bien, princesa?

—Sí, papi.—dice ella sonriente. —¿Y tú?

—Yo durmiendo abrazado a tú madre siempre duermo bien.—dice él guiñándole un ojo antes de acercarse a mi.

Pasa sus manos por mi cintura pegándome a su cuerpo mientras me mira a los ojos sonriente.

—Buenos días, mi amor.—le digo sonriente mientras le acaricio las mejillas y me acerco para darle un beso corto.

—Pero dame un beso bien, Elefante.—me dice sonriente antes de juntar sus labios con los míos.

Sonrío contra su boca mientras sus labios se mueven contra los míos lentamente y siento como aprieta mi cintura haciendo que mi corazón vaya a mil. Pasan los años y sigue teniendo el mismo efecto en mi.

EVITERNO ; pablo gavi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora