Pastel de moras, Helaena

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Helaena siempre fue una niña peculiar, le gustaban los gatos cuando niña, hasta que uno la rasguñó y entonces comenzó a no soportarlos en su presencia, no le gustaba el contacto físico con nadie, tampoco le gusta que el agua con hielo se hiciera en trocitos pequeños que lastiman sus dientes, no podía estar mucho en el sol por que su piel se tornaba roja y era molesto como se ponía pegajosa, sus sueños siempre la atemorizan y la hacen marear, no puede usar vestidos de un verde jade sin vomitar y sobre toda las cosas, no puede soportar los besos en sus mejillas.

Helaena no sabe el por qué ella es de esta forma, siempre pensando en otras cosas, tan lejana de la realidad viviendo en su propio mundo, su mente siempre con sus insectos y desde que se había convertido en madre en sus gemelos y el pequeño Maelor, pero ella era de cierta forma, feliz a su manera.

Hace mucho tiempo atrás, cuando el dragón tenía 3 cabezas y la casa estaba en cimientos fuertes, ella había tolerado un toque, soportado el sol en los jardines y los gatos cazadores.

El toque de su oruga favorita, Lucerys

En aquellos días, la fortaleza roja era cálida y alegre, siempre se escuchaban las risas de su oruga por todos los pasillos, sus pasos apresurados corriendo tras de algo, a veces de su pequeño dragón Arrax, otras veces de sus tíos y más frecuentemente detrás de una corona dorada.

Su oruga siempre la encontraba, le daba ciruelas confitadas, un beso sonoro en su frente y un bicho nuevo en sus manos, cada vez que encontraba un insecto nuevo se lo llevaba directamente a su tía y está era feliz de ver cómo su colección de mascotas crecía.

Lucerys siempre iba en el día, le daba su beso de buenos días, jugaba con sus pequeños primos un rato, y se despedía con palabras cálidas y sinceras.

En la noche, antes de dormir, Lucerys regresa a sus aposentos, le cantaba a sus primos hasta que dormían y le cuenta resumidamente a su tía de su día, Helaena cuando podía estar en sus 5 sentidos también le contaba de su día, cuando está se perdia entre sueños y alucinaciones, Lucerys le calma con un apretón de manos, una sonrisa cálida y "amada tía, todo estará bien, mientras yo viva te cuidare a tí y a los nuestros" .

Helaena extrañaba a su oruga.

La oruga no había llegado a la edad siquiera de entrar en un caparazón cuando fue expulsada.

Helaena tiene ese recuerdo en su mente tan vívido por qué los dragones dejaron de ser rojos , pasando a ser verdes o negros , los cimientos de la casa se quemaron y el dragón perdió una cabeza, haciendo que las 2 cabezas restantes se pelearán entre sí.

Ella no estaba todo el tiempo lúcida o en sus 5 sentidos, pero ese día fue tal vez el único día que ella estuvo tan consiente y tan viva.

Tal vez por eso fue tan inesperadamente impactante cuando Helaena comenzó a gritar que no se llevarán a Lucerys.

Tal vez por eso fue tan aterrador verla golpear a las capas blancas que la sostenían, gritar con todas sus fuerzas y llorar como si fuera ella a la que estaban arrastrando semidesnuda a la multitud.

Luego de ese día, Helaena pocas veces estaba consciente, siendo en periodos muy pequeños de lucidez, generalmente debido a sus hijos, pequeños momentos que no llegaban a durar un minuto siquiera.

La reina antes roja decía que era su madre, que la necesitaba lúcida, que debía dejar de vivir entre bichos y sueños.

Pero su madre no vestía verde jade, la recuerda con una sonrisa pequeña y diversión en sus ojos cuando miraba a Helaena y su oruga juntos, recuerda el día que la reina había ido a la cocina y les preparado ella misma sin ayuda un pastel de moras.

De Flores Y Espadas - Lucerys Velaryon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora