19. La decepción en la maternidad, Rhaenyra

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No es lo que ella quería.

Rhaenyra había querido la corona por que  deseaba mostrar su valía a su padre ¿Que chica de 14 años no quiere ser valorada? ¿Considerada, tomada enserio? ¿Que chica no quiere demostrar que es suficiente? Que ella basta, que su madre no tiene que sufrir por él simple hecho de que fue la única bebé en sobrevivir.

Que ella vale, aún cuando es mujer, que ella vale a pesar de no ser lo esperado, que ella vale.

Pero cuando el peso fue puesto en ella, el rechazo de la corona fue mutuo. Rhaenyra está bien estudiada, sabe manejar un estado, mover las masas, como hablar, como reír, como moverse, cautivar y hacer que la gente acote lo que ella desee. Una reina encargada, con la corona ensangrentada.

La corona peso tanto que su cabeza fue agachando cada vez más y más, hasta que sus ojos amatistas permanecieron fijos en el suelo y la sangre se deslizó por su pelo. No fue el peso de la corona lo insoportable, fue lo que la corona pesó en las cabezas que ella debió cuidar. Amo a cada niño, una vez leyó que nunca se ama a un hijo tan fuerte como a tu primogénito, ella puede refutar eso. El amor que siente por cada Niño que ha tenido es incomparable e incondicional, El amor por cada uno de sus hijos es tan fuerte y diferente, tan igual e incomparable con el otro. Ella deseó quitar la corona de su cabeza al sólo sentir la primer gota de sangre, desde que Jace nació con cabellos castaños y nadie creyó en su palabra, cuando vio la duda en los ojos de todos y la boca apretada de Alicent, Cuando el primer susurro de bastardos cayó en su valiente niño. Su Jace que había nacido tardíamente y con un esfuerzo doloroso en su concepción, donde Laenor y ella no podrían soportar otro intento fallido, la incertidumbre del no saber quién es el que fallaba, el defectuoso, el culpable de no dar a luz a un niño, Rhaenyra estaba tan aterrada de cobrar una deuda no propia, pagar el dolor de su madre y Laenor, tan aterrado de ser él quien fallaba, de ser él quien estaba cobrando una deuda, una deuda propia. Una deuda por los bastardos que había desconocido en un pasado.

Jace vino como un gran alivio, Lucerys vino con alegria y Joffrey vino con gozo.

Tres niños le dio Laenor, su dulce esposo, tres niños pudieron concebir después de mucho intentar y de mucho llorar, pero a medida que llegaban, las gotas de sangre aumentaban. Para cuando Lucerys fue presentado a ella ensangrentado y tembloroso, a punto de la expulsión, sus vestiduras eran rojo sangre, rojo sufrimiento y las gotas de sangre eran chorros de esta, para cuando quiso arrancarla de su cabeza, su padre la forzó, la coció y la dejó pegada a ella, quien pagó todo ese dolor, fue su dulce Niño.

Su precioso hijo, que nació con tanta alegría, no con llantos descontrolados si no con una risa tan divina, que dejó encantada a las parteras essosis fascinadas con que un niño riera al salir del vientre de su madre, anunciando la alegría que le traería a su vida, la única alegría en la que se sostenía.

Era imposible odiar a Lucerys, es imposible odiarle, observa a Alicent morder sus labios y desviar la mirada, sin importar que la primera vez que la palabra bastardo se deslizó de esos labios, la reina verde, sufriendo de la pena y la agonía de un niño que no es suyo. Viserys cayó en su desgracia voluntariamente.

Tengo un dragón pensó aquel día, cuando la encerraron en sus habitaciones y la separaron de sus hijos, soy la heredera, pero la dejaron confinada dos semanas, apenas pudo visualizar a Daemon aquellos días, pero la agonía fue apaciguada lánguidamente cuando su esposo le informó que Lucerys se encontraba bien << una vieja amiga lo cuida con su hijo, un veterano de guerra, está intacto, ambos, se recuperan rápidamente >> Daemon que siempre encontraba salida, Daemon que siempre le dio un alivio en sus momentos de desánimo y agonía.

La ilusión de verlo de vuelta se rompió cuando Daemon la escoltó a Dragonstone junto a todos sus hijos en silencio, una carta escondida en el vestido de su manga y una mirada de disculpa en sus profundos orbes púrpura.

De Flores Y Espadas - Lucerys Velaryon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora