Rencores profundos, Joffrey.

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Joffrey odia a todos.

Odia a su mamá, odia a Daemon, odia a maldito rey, odia a las capas blancas (y las doradas también), Joffrey tiene su corazón lleno de odio.

Antaño no había sido así.

Joffrey era un niño adorable, tenía una sonrisa que competía con la de su hermano mayor, era dulce y protector con su familia, le gustaba el deber y el honor.

Joffrey era una promesa de la Casa Targaryen.

Si bien era un tercer hijo y se suponía que era el repuesto del repuesto, Joffrey se ganó su propia fama solo, las malas lenguas decían que era la mezcla perfecta de sus dos hermanos mayores, el amor al honor y deber que poseía Jacaerys y la amabilidad y belleza que Lucerys derrochaba.

No existía cosa en el mundo que Joffrey amará más que su familia.

Joffrey quería ser un hombre honorable como Jacaerys y amado como Lucerys, quería que Aegon y Viserys lo mirarán con la admiración que Joffrey tenía en sus ojos cuando miraba a sus hermanos mayores.

Había sido un buen hijo, siendo obediente, un prodigio según los maestres, hablaba el Alto Valyrio como lengua materna, era respetuoso con su mamá, defendiendo  siempre de las habladurías a su progenitora.

Incluso era bueno en la espada y la poesía.

Su corazón fue noble y cálido

Siempre debes de sonreír Joffrey —apartó un rizo de su cabello — no importa lo que pasé, debes sonreír con sinceridad, tu corazón no debe albergar maldad — le dió un beso tan delicado en su frente —Eres el hermano mayor de nuestros hermanitos, ellos crecerán viéndote , quiero que ellos vean el gran hombre que sé, algún día te convertirás

No pudo sonreír a nadie nunca más. No pudo mantener la sinceridad en sus palabras, su corazón tampoco se mantuvo limpio de maldad y no permitió que sus hermanos crecieran viéndolo.

Esta en la edad en la que ya sería considerado un hombre y tampoco se ha convertido en un buen hombre.

El dolor que uno siente cuando se le es arrebatado lo que más amas, ese dolor que desgarra el alma y hunde el corazón, nunca lo abandonó.

La gente suele decir, que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Pero Joffrey si sabía lo que tenía no cuidaba con tanto  receloso  a su madre y a su hermano mayor por qué sí.

Era un instinto que nació de él, su papá (Daemon) le decía que el instinto que sentía en su pecho de cuidar y proteger a su mamá y a Lucerys de forma tan recelosa era por qué la sangre del dragón corría fuerte y pesada adentro de él, él era un dragón y como todo dragón cuidaba y protegía a sus tesoros.

Antaño Joffrey habría pensando que su familia era su tesoro, Viserys, Aegon, Jacaerys, Rhaena, Baela, Daemon, Rhaenyra... A todos los cuidaba y protegía siempre

Pero había una joya entre su tesoro, una joya de un azul cielo que Joffrey egoístamente quería guardar en sus aposentos y nunca exponerla.

Lucerys era su más grande joya.

Amaba a su hermano con todas sus fuerzas, sus primero recuerdos siempre son de Lucerys, un Lucerys cantándole canciones de cunas, un Lucerys enseñando como caminar correctamente, Lucerys llevándolo a pozo dragón, Lucerys cargando a tyraxes , Lucerys enseñándole modales, Lucerys enseñándole a vestir, Lucerys hablando con él hasta el amanecer, Lucerys escuchando todo lo que tenía que decir con una sonrisa atenta...

Lucerys, Lucerys, Lucerys.

Dónde Joffrey viera en su vida, Lucerys estaba ahí, su hermano siempre estuvo, su sonrisa cálida, su toque gentil, su siempre y sin falta delicado beso en la frente.

De Flores Y Espadas - Lucerys Velaryon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora