Interés

86 12 1
                                    

La habitación subterránea estaba aislada de la mayoría de los sonidos del exterior; pero por alguna razón, los sonidos del viento y la lluvia siempre parecían atravesar las paredes.

Nezumi había salido muy temprano y yo tenía clases hasta la tarde, así que me quede a leer el libro que estaba leyendo ayer. Los tres ratoncitos estaban sobre un libro, jugando entre ellos y moviendo sus bigotes, cuando comenzaba a leer en voz alta se detenían y formaban una línea, como si estuvieran escuchando atentamente. No pude evitar pensar qué clase de entrenamiento les había dado Nezumi, o si eran algún tipo de robots, pero cuando los acariciaba estaban tibios y su pelaje era suave, no le di muchas vueltas al asunto, ellos solamente eran ellos, así como Nezumi era solamente Nezumi.

La forma en que había aparecido hace unos días me seguía dando vueltas en la cabeza.

¿Por qué ahora?

¿Por qué no antes?

¿Qué estará buscando?

¿Siempre vivió aquí?

Definitivamente que hubiera aparecido allí no había sido casualidad, pero Nezumi se negaba a responder cualquier pregunta que hiciera, solo se alejaba llamándome chiquillo o evadiendo directamente mi pregunta con algún comentario sarcástico. Cuando lo miraba, podía darme cuenta que muchas cosas en él habían cambiado, pero su esencia seguía siendo la misma, y sin saber la razón, me seguía manteniendo atraído hacia él.

—¿A dónde habrá ido su amo?

Chip chip chip

—He, ¿Acaso quieres que lea este romance? ¿No será un poco complicado de entender?

El ratón café me miro con sus ojos color uva y movió tres veces los bigotes, me pareció como si estuviera diciendo "solo hazlo".

Antes de que comenzara a leer, la puerta de la habitación se abrió. Nezumi entro retirándose la tela sobre su cuello y aventándola sin ningún cuidado a alguna parte de la habitación.

—¿No crees que deberías ser un poco más ordenado?

—Ocúpate de tus asuntos, chiquillo.

—Creo que verdaderamente hay un tesoro escondido entre todos estos libros, sería un desperdicio dejarlos tirados, la humedad podría arruinarlos.

—Si, ¿y qué piensas hacer?

—Los voy a ordenar, todos.

—Solo te dejo pasar el rato en mi casa porque mi deuda contigo es grande, no te emociones mucho.

—Aunque no lo creas, no soy una persona que se emociona fácilmente.

—Pero si eres un debilucho, tu cuerpo no está acostumbrado al trabajo duro, además tardarías una eternidad.

—Lo haré en una semana.

Los ojos de Nezumi se clavaron en mí y se acercó hasta donde yo estaba, tomando mi muñeca. Sus dedos que lucían delgados tenían una gran fuerza de presión clavándose en mi piel, una mueca de dolor se formó en mi rostro.

—En vez de pensar en esas tonterías, preocúpate de ganar fuerza física, eres un principito que probablemente nunca ha hecho un esfuerzo físico verdadero desde que nació. Mira tus brazos, estas muy delgado y pálido.

La manera de hablar de Nezumi, mordaz y sarcástica, no me molestaba una vez que me acostumbré a ella. En su rudeza y cinismo había, frecuentemente, una verdad con la que no podía más que estar de acuerdo, y la mayoría de las veces me alejaba más persuadido que ofendido.

No.6 (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora