XV.

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-¡LARGO!- Gritó el príncipe asustado al sentir que alguien estaba detrás suyo.

Por fortuna, Ciel esquivó la taza que se le había lanzado anteriormente, pero ahora yacían los pequeños trozos de porcelana sobre el suelo.
ALOIS!

-Santa mierda, eres tú.- Dijo, ya más tranquilo.
-Pues sí, ¿quién más te visitaría a esta hora?- Respondió con obviedad.
-Pues claro que nadie, Ciel. Solo me asusté.

-Así que ahora te asustas fácil. ¿A qué se debe?- Se sentó sobre la cama del rubio, el plato del desayuno a medio terminar estaba ahí, y quizás, no era mala idea comer solo una pequeñita frutilla de ahí.

-Nada.

-Dime.

-No.

-Alois.

-Mi madre quiere hablar contigo.

-No es razón para que estés tan nervioso.- Se acercó con cautela a su rubio y lo abrazó por la cintura.
Eran esas diminutas muestras de amor que Alois adoraba en secreto.
-Sí, lo sé. Pero bueno, ya ve, está en la biblioteca.

-¿Te parece que yo sé dónde está la biblioteca?

-Si,si, es verdad...te llevo.- Le sonrió y comenzó a caminar, el mayor lo siguió hasta el lugar.

Joder, la biblioteca era más
grande que su casa.

-Buenos días, su majestad.- Distraído hizo una reverencia, el lugar estaba acaparando toda su atención.
-Buenos días, querido. Por favor deja de hacer eso, no hace falta.

-Es la menor nuestra de respeto que puedo hacer hacia usted.

-Eres un muchacho de modales. Por favor toma asiento.- La mujer señaló los pequeños sillones rojos situados uno frente al otro.
-Gracias.

-Sí. Bueno querido, verás, hay algo que me gustaría pedirte.- Su voz era bajita y muy suave, inspiraba confianza.
-Lo que usted ordene.

-En ese caso, quiero pedirte, que tú y tu hermanita se muden al pueblo.- Oh no, otra vez.

Ciel quería creer que la reina no lo decía en serio.
No,no,no y no.

-Pero...

-Antes de que digas algo, tengo que decirte,  que si vas a refutar, escuches que hay una cabaña disponible al lado del consultorio del doctor Wolfram, ahí tu y Elizabeth pueden vivir cómodamente y seguir trabajando en la panadería o buscar más empleos que se te pueden ofrecer para que así, tu hermana no tenga que trabajar.

-¿Y Sebastián?

-Él puede vivir con los demás caballeros.- Afirmó.
Su tono de voz es increíblemente amable.
-Yo...no...puedo.

-¿No puedes qué?, ¿darme una respuesta o no puedes aceptar mi oferta?- El peliazul está nervioso a más no poder, por primera vez en su vida quiere huir.
-Su majestad...yo no puedo darle una respuesta, al menos ahora. De verdad, discúlpeme.- Pidió agachando la cabeza cual niño regañado.

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