36: Ecos.

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Helena

La semana había pasado tan lenta como una tortuga. Había sido demasiado tranquila, sin viajes a Datnesia en busca de demonios malvados ni rescates de último minuto, sin paseos en la feria para seguir comprando más ropa, ni meriendas en el Mank Coffee. Fueron cinco días donde Solange y yo no salimos a ninguna parte más que ir y volver a la escuela. Y sobre esa escuela... Agh, ¡apenas llevaba dos semanas de clases pero ya necesitaba unas vacaciones! ¡Hice demasiadas tareas, demasiados textos, demasiados cálculos, demasiados gráficos de matemática que tuve que hacer una y otra y otra vez...! Hasta que al fin llegó el viernes. ¡El maravilloso y bendito viernes!

Y ese no era cualquier viernes. ¡Era el viernes de una misión hiperespecial para el Escuadrón Atardecer!

Oh, está bien...

En realidad lo era para tres de sus integrantes.

—¡Si vas a echarte un litro de perfume por lo menos abrí las ventanas, campeón! —le gritó Celeste a David luego de ahogarse por el perfume amaderado que invadía parte del departamento de Solange—. ¡¿Además para qué te preparás tanto?! ¡Sabés que a las demonios no les gustan los vírgenes, ¿no?!

Así es. David, Celeste y Solange se estaban alistando para ir a la fiesta de la «Real Majestad» en el departamento, lo cual resultó un poco caótico. Especialmente por la mezcla de perfumes, los gritos de Celeste y los regaños de Solange.

—¡Todos apestarán por andar apretados, así que prefiero destacar por mi buen olor! —argumentó David cuando llegó al comedor desde la habitación de Solange y disparó el spray de su desodorante por centésima vez—. ¡Y para que sepas, a los demonios no les gustan las histéricas!

Sophie y yo concordamos en apretar los dientes al escuchar eso. Ella estaba pintándome las uñas para pasar el rato mientras los chicos se iban. Había traído consigo su colección de esmaltes y decoraciones porque ese era uno de sus hobbies, pero entre tanto ruiderío se le había hecho difícil concentrarse. Tan así que tuvo que pintarme una misma uña por tercera vez, aunque el diseño que escogí —uno con unas estrellas plateadas muy bonitas— le volvió a salir mal cuando Celeste arribó corriendo al comedor para tomar a David de la camisa e intentar quitarle su desodorante.

—¡¿Se pueden calmar ustedes dos?! —les pidió Solange de camino al comedor buscando detener su pelea absurda, algo que consiguió sin esfuerzo cuando llegó.

Es que los dos se quedaron petrificados al verla. Y yo también, ¡porque la verdad se veía increíble! ¡Y Sophie tam-! Bueno, ella no. Como que le dio igual. ¡Pero yo sí que me sorprendí!

Era la segunda vez que la pelirroja se transformaba en otra al llevar puesta su peluca azabache y una vestimenta particular. Llevaba un top negro que dejaba expuesto su ombligo —el cual tenía un piercing con un diamante de fantasía, un detalle que recién pude captar en ese momento—, su pantalón engomado negro con cadenas y sus botas también negras con tacones anchos y altos. Ah, y para complementar su outfit se había puesto el pañuelo que ocultaba la marca de Raymond en su cuello. Adivinen de qué color era.

—La moda de los góticos ya pasó hace como diez años —comentó Celeste ni bien soltó a David del cuello, observando detenidamente a su mejor amiga—. Pero apruebo tu estilo.

—Yo aprobaría el tuyo si tan solo intentaras esconder tu identidad —la regañó la pelirroja mientras la contemplaba con hostilidad. Celeste tampoco se veía mal. Vestía con un top blanco con detalles de encaje en los hombros, una minifalda negra y unas sandalias plateadas de tacón chino. El único inconveniente, según Solange, era que no quería ponerse una peluca y por eso su identidad quedaba expuesta—. Al menos si recuerdas las reglas que tenemos que tener en cuenta, ¿verdad?

AlmharaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora