12: Aprendiz.

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Helena

Minutos después de habernos marchado de la Costa, Solange decidió sentarse a descansar en una de las bancas del Parque de la Libertad.

Puro silencio. Pura incomodidad.

A pesar de haberse calmado con Amalia, notaba que ella continuaba con un humor terrible. Parecía molesta, cansada, quizás hasta podría decir que un poco asustada. Fuera lo que fuera que sintiera, yo sabía muy bien que su carga tenía un nombre y un apellido: Helena Seabrooke.

Cuando apenas nos sentamos en la banca, Solange liberó otro suspiro de cansancio y sacó su teléfono del bolsillo de su sudadera gris. Pareció haber revisado la hora, ya que lo volvió a guardar apenas encendió la pantalla.

Yo no quería hablar por nada del mundo. Tenía miedo de recibir a cambio un grito como el que le había dado a Amalia o de directamente no obtener más que otra mirada molesta por parte de sus intensos ojos verdes. Sin embargo y para mi sorpresa, fue ella la que rompió el silencio.

-Estás preocupada por lo que dije en la Costa, ¿cierto? -me preguntó sin la necesidad de mirarme.

Su vista estaba plasmada sobre el paisaje que teníamos enfrente. El color verde del pasto, las sombras perfectas de los majestuosos árboles y unos cuantos niños correteando por allí.

-No mucho -intenté serle sincera a medias. Estaba muy preocupada, pero no quería hacérselo notar-. ¿Por qué preguntas?

Tras escucharme, la pelirroja trasladó su mirada hacia mí.

-Creo que parte de mi responsabilidad contigo es hacerte saber lo que está pasando -me respondió, dando otro suspiro para volver a retomar la palabra-. Verás, ese tal "caso Raymond" del que oíste en la Costa es algo... Delicado para mí.

«Y yo te molesto, no tienes porqué explicarlo».

Mi propia voz hablaba dentro de mi mente, pero en el exterior solo me expresé a través de un lento pestañear de ojos y una mirada de poca comprensión.

-Raymond es... Un tipo malo -Vaya, Solange, no me lo esperaba. Lo que me acabas de decir ya lo escuché venir por parte de Amalia-. Bueno, es más bien un demonio al que muchos temen por su mala fama. Él hace cosas malas y, como la Ley se excusa diciendo que "no pueden hacer milagros", terminan dejándole su caso a los mejores ángeles de la Asociación.

»Desde su aparición, dos de los mejores ángeles, ambos mucho más fuertes que yo, tuvieron que investigarlo, pero como las cosas no salieron bien para ellos, Amalia y sus compañeros de trabajo decidieron elegirme a mí para atraparlo, ¡como si yo fuera ese bendito milagro que están buscando!

Se me era suficiente tener que lidiar con todos los problemas de memoria que estaba teniendo, todo esto de estar en un nuevo mundo, y entonces llegó el momento de tener que escucharla a ella, a quien se suponía que tenía que cuidarme.

«¿Qué tendría que decir ante todo esto?».

Analicé la situación de su temor: no ser suficiente para lo que le estaban pidiendo.

¿Y qué tenía que ver yo?

Seguramente mi presencia. Molestarla en su casa como una invasora o como la típica alumna insoportable que toda maestra detesta. No parece un gran problema si uno lo analiza desde el punto de vista de un tercero, pero desde su visión posiblemente tenía una ensalada de problemas con los que lidiar. Y yo era uno de ellos.

-Sé que no tienes ni la más mínima idea sobre esto, de hecho hasta siento que estoy hablando sola -rio con pena ni bien terminó de soltar sus palabras-. Pero, a lo que quiero llegar es que Amalia quiere que trabajes conmigo en lo más mínimo que cualquier novato como tú pueda llegar a hacer. ¿Entiendes?

AlmharaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora