Helena
Después de escuchar la suave y tranquila voz de David, me levanté de la camilla para devolverle a Sophie el vaso de agua. Les confieso que me resultó muy incómodo que, durante ese corto trayecto entre la camilla y la puerta, nadie haya dicho ni una sola palabra. Odio los silencios, más aún cuando todo el mundo me está mirando y lo único en sonar en la habitación es el sonido de mis pasos.
¡Pero digan algo, maldición! Me avergüenza caminar y que me vean como si fuera un bicho raro. ¿Acaso lo soy? Estaré muerta, pero todavía no me he encontrado alguna rareza más que mi piel pálida y mi cabello reseco... A menos que ellos estén mirando justamente eso.
-Sol, ¿no crees que deberías...? -Al fin alguien tomó la palabra. Fue Sophie después de recibirme el vaso y dirigirme una cálida sonrisa como agradecimiento-. No sé, hablarle un poco sobre "eso".
Dicho eso, trasladó su mirada a la pelirroja. Pasó a verse dudosa y desconfiada. Solange no parecía pensar en moverse de aquella pared en la que todavía se afirmaba.
-¿Tú crees que valga la pena? -le preguntó a la rubiecita mientras me miraba de pies a cabeza, como si me estuviera analizando a simple vista-. La veo demasiado confundida, pero si insistes...
Entonces recién ahí se movió, descruzándose los brazos y dirigiéndose hacia mí.
«¿Acaso soy digna?»
Esa pregunta fue lo primero que se me vino a la cabeza después de que ella se detuvo a unos pocos pasos frente a mí, aunque...
«¿Digna de qué?»
-¿Tienes algún lugar a dónde ir después de salir de aquí? -me preguntó, mirándome fijamente-. Hablo de una casa o alguien de confianza con quién puedas ir.
Quedé perpleja al escuchar su voz y seguro que eso se notó cuando abrí bien los ojos.
«¿Para qué me habré preguntado si soy digna?»
Maldición. Mi casa estaba cerrada bajo un candado enorme que pesaba más que yo y no tenía un lugar mejor a donde ir más que a mi propia casa, ¡y viene a pasarme esto! ¡Nada podía salir peor!
-Bueno... Cuando fui a mi casa esta mañana, la encontré cerrada bajo llave y con un candado que jamás había visto en mi vida -respondí a la pregunta, tratando de sonar lo menos nerviosa posible. A veces no me era fácil ocultar mis emociones, como en ese momento. Pude evitar que me temblara la voz, pero no que se me formara una sonrisa por los nervios-. No intenté subirme al portón porque arriba tiene unas-
No pude terminar de dar mi explicación porque David me interrumpió.
-Estás perdida -afirmó mientras se detenía a mi izquierda, dirigiéndome una mirada que demostraba seguridad ante lo que decía-. Deberías intentar llamar a un albergue o...
¡Y cuánto odio cuando se interrumpen unos a otros! Primero me interrumpió él y después Sophie le tiró encima el agua del vaso que aún tenía en la mano, mojando toda su nuca y su espalda. Quedó paralizado.
-¡No seas idiota, David! -le gritó la rubiecita con un tono cargado de muy mal humor. Luego me miró a mí, pero forjando una gran y exagerada sonrisa-. ¡Nada está perdido para un lindo ángel! ¡Y menos en su primer día! Todavía tenemos una alternativa. ¿Recuerdas algún familiar que haya muerto cuando tú seguías viva? ¿Algún abuelo? ¿O hermano? ¡O tío! ¡Yo tengo a mis tíos aquí!
Esa última frase sonó demasiado alegre para mí.
Traté de adentrarme en mi memoria y en mis pensamientos una vez más. Esa consulta me congeló la piel y me dejó los pelos de punta. Mi familia no era muy grande que digamos, además de que mis padres decidieron mudarse a una ciudad que quedaba muy lejos del resto de mi familia. Si veía a mis abuelos o tíos, sucedía una vez al año. Incluso tuve parientes que jamás alcancé a conocer. Solo recordé a un par de fallecidos que, lamentablemente, entraban en esa última lista.
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Almhara
FantasyHelena era su nombre. No tuvo mucha historia. Sus logros, sus sueños y sus intereses pudieron ser los mismos que los tuyos. Una vida común y corriente que dentro de un oscuro callejón, en una fría noche de abril, terminó. Pero es entonces cuando da...