16: Embotellamiento.

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Helena.

Lo último que podía recordar de los sábados en mi vida era el hecho de dormir hasta muy tarde y despertar cuando reconocía el olor del almuerzo recién salido del horno. Lo bueno es que papá nunca me regañaba, pero mamá... Mamá era un poco más seria.

A mi primer sábado dentro de este mundo lo podría denominar como "diferente" a lo que yo acostumbraba hacer los demás sábados. Había despertado temprano y, después de desayunar junto a Solange, salimos a comprar.

No, no fuimos al Supermercado de nuevo. Habíamos ido a una tienda de ropa a comprar... Calzones.

Qué vergüenza me dio al escuchar a mi compañera diciéndome que iríamos a comprar esa prenda en específico. Era muy vergonzoso, pero tenía sentido. Después de todo, ¿quién llega a prestarle su ropa interior a un desconocido?

De regreso al departamento caminamos por una acera con mucha sombra debido a los enormes edificios que se ubicaban en ella. El cielo lucía un bonito color azulado que me encantó descubrir. Una de las razones por las que subía a verlo a menudo era por el hecho de que los ángeles sobrevolaban los aires a toda hora. De mañana, tarde y noche. Me maravillaba contemplarlo.

Sin embargo, ver a tantos ángeles volar tan tranquilos me hizo entrar en una gran duda.

-Solange -le dirigí la palabra a mi compañera, sin detener mi paso-. ¿Por qué todo es tan tranquilo por aquí? ¿Qué hay de los Demonios?

La pelirroja me contempló y arqueó sus labios muy suavemente. En la sombra, su cabello pasaba a ser un naranja opaco, asemejado a un tono castaño o marrón, mientras que sus ojos verdes deslumbraban más que en la luz.

-Los Demonios fueron exiliados hace unas cuántas décadas a las afueras de la ciudad -respondió-. La mayoría de ellos habitan en Datnesia, una zona de viejos distritos que pertenecieron a la ciudad hace cincuenta años, hasta que un ataque por parte de los Demonios lo destrozó por completo. Básicamente fueron obligados a irse al lugar que ellos mismos arruinaron.

Qué sorprendente. A partir de ese momento entendí el porqué los ángeles podían volar en paz y también podían recorrer las calles de la ciudad sin ser atacados por esa horrible gente.

-Pero tampoco creas que absolutamente todos los demonios habitan allí -justo antes de hablarle, Solange decidió continuar con su explicación-. Algunos otros habitan aquí en la ciudad, saliendo a la luz del día y pasando desapercibidos entre los Ángeles, como lo es...

Y en ese momento suspiró profundo.

-Como lo es Alexander -declaró.

Casualmente terminamos de pasar por todos esos edificios, por lo que su rostro fue iluminado por la luz del sol. Pude contemplar que tenía dos ojeras profundas, algo que no había notado durante el desayuno. Tenía cara de cansancio. ¿Quién que madruga un sábado no lo tendría?

-Entonces eso significa que no nos salvamos de nada porque los Demonios seguirán estando siempre a nuestro alrededor, ¿no? -la alegría de haberme enterado sobre el exilio de los Demonios se fue a la fregada.

-Lamentablemente sí, Helena -contestó Solange-. Alexander te llevó a una de las zonas más peligrosas de Datnesia. Allí pelean de noche, hacen apuestas peligrosas y la droga fluye como el alcohol que dejan caer al suelo. ¿Cómo no pudiste darte cuenta del peligro que estabas pasando ahí dentro? De no ser por mí, ahora estarías dentro de un agujero negro para siempre.

Y eso era muy cierto. Creí que jamás podría agradecerle tanto a Solange por haberme rescatado de las garras de Alexander, y hablando de él... ¿Qué estaría haciendo en este momento? Espero que pronto tenga su merecido.

AlmharaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora