Helena
Estaba cayendo hacia el vacío y no pude comprender cómo. En esos pocos segundos no pude conectar los hechos que hacían ruido en mi mente. El ambiente oscuro, los ecos familiares, el reflejo de un callejón, la desconocida de ojos de fuego... Todo eso había pasado para que yo terminara así, cayendo desde el ve a saber tú que número de piso del edificio donde habitaba.
Si los muertos tuviéramos corazón, les juro que en esos pocos segundos el mío habría latido tan salvajemente como si estuviera a punto de reventar mi pecho y salirse volando. Mis piernas y brazos se mantuvieron tan paralizados como si fueran hechos de hielo. Las yemas de mis dedos, de hecho, se sentían congeladas. Y no hubo manera de que yo mirara otra cosa que no fuera la calle en la que impactaría. Solo imagínense esa imagen. El terror me recorrió de la cabeza hasta los pies y en un milisegundo sentí el emerger de mis alas, pero fue inútil. No me escucharon. No podía volar. No podía salvarme.
Me rendí. Fácil, pensarán ustedes, pero es que no había nada que yo pudiera hacer. Acepté mi destino sin tener idea de lo que sucedería después. Sin saber lo que le sucede a un muerto cuando impacta contra el suelo tras caer de un edificio de cientos y cientos de metros. Acepté un probable segundo final hasta que un grito me sacó de ese horrible pensamiento y una persona sujetándome de atrás me llenó de esperanzas. Solo a partir de ese instante recobré los movimientos de mi cuerpo y alcé la vista para contemplar a mi salvadora. Era Solange, la había reconocido por su voz gritando mi nombre antes de sujetarme, pero su imagen estaba lejos de ser el reflejo de una fuerte guardiana.
Ella no estaba bien en lo absoluto. Sus ojos se hallaban lagrimosos y entrecerrados y sus córneas se habían enrojecido dando un aspecto sumamente doloroso. Apretaba sus dientes con todas sus fuerzas como si estuviera aguantándose una agonía y varios quejidos se le escaparon. Le resultó un gran esfuerzo abrir la boca y dejar salir su voz solo para decirme una cosa:
-Perdón, Hel. Perdón por no cuidarte.
Y con ese último aliento cayó inconsciente. Sus alas encendidas en fuego desaparecieron y sus brazos me soltaron, dejándome caer nuevamente hacia el vacío. Tener frente a mis ojos esa tenebrosa vista otra vez me hizo liberar un agudo grito de terror. Quedaba poco para impactar contra la calle y esa vez no sería la única en terminar así. Solange también. Y no quise verlo. Me negué a contemplar ese probable segundo final de las dos. Apreté los ojos deseando no abrirlos por nada del universo y me preparé para recibir el peor golpe que haya recibido en toda mi vida y, obviamente, en toda mi muerte. Pero entonces volví a sentir que alguien me agarró de atrás y mis esperanzas afloraron en un santiamén.
Me costó atreverme a abrir los ojos a pesar de sentir que ya no estaba cayendo en el vacío. De golpe me empecé a sentir tan temblorosa como un perro bajo la lluvia y vuelvo a asegurarles que si tuviera un corazón, en ese instante se me hubiera salido volando. Estaba a salvo, eso lo podía percibir. Sin embargo, no supe quién me había salvado hasta unos segundos después.
-¿Hel? ¡¿Estás despierta, Hel?!
Solo por oír esa voz tomé el coraje de darle permiso a mi visión. Me impresioné muchísimo al descubrir que me hallaba a tan solo medio metro del suelo. Era tan poca la distancia que por poco podría rozarlo con los dedos.
-¿Hel? ¡¿Hel?! -Volvió a preguntarme mi salvador. Sí, salvador, porque esta vez se trataba de David-. ¡Oh, mierda, está tiesa! ¡¿Que hago ahora, Celes-?!
-¡Está en shock, idiota! -Reconocí también la voz de Celeste no muy alejada de nosotros. Cuando giré la cabeza para ver hacia mi derecha, la encontré con sus alas abiertas y cargando a Solange de la misma manera que David hacía conmigo-. Dejala sentada. Ya va a reaccionar.
ESTÁS LEYENDO
Almhara
FantasyHelena era su nombre. No tuvo mucha historia. Sus logros, sus sueños y sus intereses pudieron ser los mismos que los tuyos. Una vida común y corriente que dentro de un oscuro callejón, en una fría noche de abril, terminó. Pero es entonces cuando da...