24: Amenaza.

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Solange.

Dando un ligero resumen del día jueves, podría decir que parecía una jornada bastante aburrida hasta que dos cuestiones me hicieron cambiar por completo ese punto de vista.

Primero, la sustancia extraída de la red de agua de Datnesia, facilitada por David.

Segundo... Un descubrimiento bastante fuera de lo común y que significaba un nuevo avance en mi misión.

Comenzando con lo primero, llegando de trabajar me encontré a David y a Helena jugando Palabras Cruzadas en el suelo del comedor mientras tomaban refrescos. De no ser porque arriba de la mesa localicé la botella que le entregué a David el día anterior, me hubiera sumado al juego. Solo me limité a entregarles un tupper con pastelitos que mi jefa me había regalado en la confitería por tratarse de su clásico "Jueves de Cupcakes".

Tomé la botella en mis manos. En su interior, el líquido era tan transparente como el agua, por lo que procedí a analizarlo más allá de la visión. Le quité la tapa para acercarla a mi nariz. En menos de cinco segundos comencé a sentir un cosquilleo intenso en mis fosas nasales que, con el paso de otros cinco segundos, se transformó en una insoportable quemazón. Mala idea. Mis ojos no tardaron nada en comenzar a arder y, por ende, a lagrimear.

«No puedo creer que tan poco líquido entre miles de litros de agua de verdad hiciera esto», pensé mientras le colocaba la tapa a la botella nuevamente, asegurándome de que estuviera bien cerrada y de que no se derramaría ni una gota, «Ya veremos qué tienes en mente, estúpido demonio, aunque no se me ocurre una razón como para hacer lo que estás haciendo».

-¿Algo interesante? -me consultó David con su lata de refresco en la mano, elevando su mirada hacia mí. Él me había comentado por teléfono que no se había animado a oler ni probar el contenido de la botella por el simple hecho de no querer meter la pata. Cuánto agradezco que no lo haya hecho.

-Es un olor desagradable, amargo, demasiado fuerte -le contesté después de colocar la botella sobre la mesa, a punto de pasar la manga de mi chaqueta verde por mi nariz para tratar de aliviar la molestia-. Tenemos que llevarla ahora mismo al laboratorio de Zanella. Estoy más que segura que eso nos llevará a muchas respuestas.

David sonrió de lado mientras que Helena se dedicaba a guardar las piezas del juego en su caja correspondiente.

-Eso porque aún no has escuchado la teoría que Helena y yo hemos formulado respecto a ello -manifestó él, mirándome con algo de atrevimiento-. ¿Quieres oírla ahora o prefieres esperar a tener los resultados del análisis en mano para humillarnos?

El comentario me hizo reír porque sabía muy bien a qué se refería. Siempre nos burlábamos de las teorías que hacíamos sobre nuestras misiones. Gran parte de ellas eran muy exageradas, aunque claro que las hacíamos así a propósito. Me alegró saber que ahora Helena se había sumado a nuestra boba costumbre.

-Prefiero humillarlos cuando tenga tiempo -contesté-. Ahora tenemos que llevar este misterio al laboratorio.

David suspiró profundo y Helena se levantó a guardar el juego en su lugar.

-Me gustaría acompañarlas, pero tengo un trabajo que hacer en la casa de mis vecinos. Mi abuelo no me va a seguir aguantando en casa si llego con las manos vacías -confesó él a la par que se levantaba del suelo-. Gracias por la oportunidad de demostrarte que no siempre seré un mete patas.

Reí por lo bajo.

-Dime eso cuando te toque cargar con un verdadero reto -manifesté, viéndolo caminar hacia la puerta-. Pero, lo has hecho bien. Gracias.

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