Nota:
Mención especial a Bambirille, quien me echó una manito con la corrección de este capítulo. Mil gracias, genia de la vida.✨
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Helena.
El teléfono de Solange marcó las veinte horas en punto cuando estuvimos a punto de cruzar hacia el Parque de la Libertad. La noche se acababa de asentar en el cielo y, desde ese momento, un manto azul con algunas nubes de tonos más claros coloreó a la ciudad y convirtió al cálido clima primaveral en uno más fresco.
Por suerte había salido un poco más abrigada de lo habitual. Traía puesto el mismo jean con el que llegué a este mundo, al igual que mis zapatillas negras y, arriba, una campera blanca que Solange me había regalado. ¿La razón por la que ella no la usaba? Tenía orejas de conejo en la capucha.
Me alegraba mucho salir del departamento. Era domingo y yo detesto los domingos. Me resultaba aburrido pasar el último día de la semana encerrada en casa haciendo maratón de series si de suerte encontraba alguna de mi interés. En vida, las cosas siempre fueron así, y parece que en muerte también lo será. Lo único bueno de un domingo es poder dormir hasta tarde sin problemas. Mamá y papá nunca me regañaron por ello, y parecía que Solange tampoco lo haría.
Desde lejos oímos el sonido del reloj del Parque cuando marcó las ocho horas en punto, aunque seguro se preguntarán qué estábamos haciendo las dos yendo a ese lugar justo después del anochecer.
Resultó que Amalia no estuvo disponible para acompañarnos otra vez a Datnesia puesto que era su único día de descanso, por lo que a Solange se le ocurrió una idea que me comentó mientras desayunamos esa mañana. Como David y Sophie todavía no habían comenzado con su misión y, según ella me contó, era la primera vez que les tocaba trabajar sin su compañía, decidió hablar con ambos y tomar la decisión de ir los cuatro al distrito demonio para realizar nuestras misiones. Aunque claro, la misma Solange me confesó que su idea era por el terror de que a Sophie y a David les ocurriera algo. Se notaba mucho la responsabilidad de líder con la que cargaba a cuestas.
«Y también, por supuesto, me tocó estar metida en el medio».
Una vez que llegamos al Parque nos encontramos con David y Sophie, quienes nos estaban esperando en una mesa a unos pocos pasos del gran reloj. Reí un poco al darme cuenta de que habíamos intervenido con su momento de juegos: estaban jugando a los naipes españoles y, según vi, se entretenían bastante.
-¿Jugando a los naipes bajo la luz de la luna? -Les preguntó Solange al ver que ninguno de los dos se había dado cuenta de nuestra llegada.
-El abuelo Tito me enseñó a jugar anoche -contestó David, alzando su mirada hacia nosotras mientras tomaba los naipes que tenía sobre la mesa y los adjuntaba entre sí-. Le estaba enseñando a jugar a Sophie mientras ustedes venían.
Me volteé a ver a Sophie. Ella también me miró. Estaba sentada frente al muchacho, tensa y con sus mejillas ligeramente ruborizadas.
-Llegaron temprano -comentó ella, al parecer sin tener otra cosa más para decir. Luego volvió a mirar la mesa. Para ese entonces, David ya había guardado todos los naipes en su cajita.
--Es obvio que no los íbamos a dejar solos por mucho tiempo -expliqué, arqueando mis labios muy lentamente-. Aunque haga mucho frío hoy y seguro preferirían quedarse calentitos en sus casas.
Estaba cerca de comenzar a tiritar, pero sorprendentemente no podía decir lo mismo de mis compañeros. Sophie llevaba puesto un suéter de color rosa pálido que a simple vista parecía muy suave y un sencillo jean azul con unas zapatillas blancas. David, mientras tanto, llevaba una camisa blanca y unos jeans negros. No pude evitar sentir más frío al verlo tan desabrigado. No sabía cuántos grados hacían, pero no pensé que una simple camisa fuera suficiente para cubrirse.
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Almhara
FantasyHelena era su nombre. No tuvo mucha historia. Sus logros, sus sueños y sus intereses pudieron ser los mismos que los tuyos. Una vida común y corriente que dentro de un oscuro callejón, en una fría noche de abril, terminó. Pero es entonces cuando da...