25. El sueño blanco y roto.

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Cuando Bellorya transformada en Drea vio a Muerte siendo ya Vania Torfa, le tuvo mala espina porque muy en el fondo sabía que él volvería a dañar a Maeda, por el dolor que le causó antes. Pero bajo el hechizo, su mente de niña no entendía tanto odio y miedo al hombre, tampoco los sueños donde una voz masculina la llamaba con desespero...

Drea, no entendía, hasta el día en que murió.

Ella había perseguido a Vania para que salvara a su hermana de lo que la vieja reina madre estaba haciéndole.

-Mocosa maldita-dijo Vania apenas la vio en medio de la nada-¡¿Qué demonios haces aquí?! ¡Lárgate, chinchosa!

-¡Mi hermana te necesita!

Luego fueron atacados por los hombres de Hakoon. Vania, dios encerrado en un cuerpo mortal, no tuvo problemas en defenderse, hasta que sintió a Maeda ser herida de muerte, desconcentrándose lo suficiente para que los soldados dispararan una lanza brillante de la que Drea trató de salvarlo, interponiéndose... porque él era todo para Maeda, y esta, era su hermana amada.

Así, tanto ella como Vania, terminaron juntos frente a frente atravesados del pecho por una lanza, que la diosa dentro del cuerpo de niña, supo, era un pedazo de la primera diosa. No sabía cómo los humanos lo habían encontrado, pero ahí estaba usándose contra ellos.

Qué ironía, pensó, ellos, enemigos antiguos, unidos en otra vida por el mismo bando.

Vania cayó hacia atrás, derrotado, impactando contra la dura tierra con Drea unida a él por la lanza que los atravesaba a ambos del pecho.

Los soldados los rodearon emitiendo aullidos triunfales, pues derrotaron a la bestia. Vania y Drea se miraban con la vida huyendo de ambos. El cuerpo de la niña estaba suspendido sobre él, atorado en la lanza, tan pequeño, tan débil.

Al tocar Drea las puertas de la muerte, su cascarón humano se pulverizó, quedando solo la esencia original, y Bellorya fue sacada del rincón, tomando el control.

Fue como despertar del largo sueño en el que solo fue espectadora.

Vania vio a Drea abrir la boca en un berrido asfixiado, y al hacerlo escupió una pequeña cantidad de sangre que cayó en la cara y boca entreabierta del príncipe, quien no dejó de mirarla, suplicando piedad.

La reina de dioses despertó allí.

Se vio en un cuerpo de niña, empalada del pecho, colgando sobre Vania.

Bellorya arrugó el sudoroso ceño, sufriendo el dolor físico de esa lanza que hizo añicos su corazón. No iba a revivir o a sanarse porque sus poderes de deidad seguían bloqueados, tal vez sí era el fin.

Y allí, luego de setenta años, luego de todo lo que se hicieron, ella solo quiso morir viendo el rostro de Eyron.

A Eyron, que la esperó en sus sueños por tanto tiempo.

Llorando encerrada en ese cuerpo de niña, Bellorya lloró por él, porque a pesar de que mató a su padre, ella era de él.

-D...di...-Vania pensó que lo decía para él, pero Bellorya, en ese cuerpo de niña, estaba invocando a Eyron para que despertara, la sintiera, y rompiera él mismo aquel perverso sueño blanco, era el único, además de ella, con el poder de hacerlo, y allí, ante la posibilidad de desparecer, lo amó-dios...

Quiero verte una vez más, Eyron, solo a ti...

-Dios... dios...

Con eso los ojos de Drea se apagaron, con la imagen del rostro de su altísimo.

Dentro del sueño blanco, Eyron seguía en esa casa de campo, pintando a su esposa, esperando a que ella regresara con los niños que "ambos tenían".

"Dios... dios... dios".-escuchó el eco de la voz femenina a su alrededor.

El beso del dios |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora