28. Uno, dos, tres.

544 59 10
                                    

Lo está mirando de nuevo—escuchó ella de repente ¡Eran los pensamientos de Eyron! este, tan furibundo y celoso, no había notado que desnudó sus pensamientos a Bellorya—. Sin importar lo que haga, ella sigue de luto por la unión que robé, por mi hermano.

Y sintió su dolor, sus celos enfermos.

Bellorya apartó la mirada de Deimen para contemplar a Eyron, él seguía en su trono, y por primera vez, lucía amargado, golpeado por la vida como nunca. Bellorya descubrió así que su furia desbordada era su inseguridad frente a la unión de ambos.

La unión de amo y dios era lo más sagrado para ellos, y entendió ella el desespero inseguro de Eyron, aunque su único fundamento fuera ese maldito beso, ¡CÓMO se arrepentía ella de esa tontería!

—Léeme, Eyron—susurró ella muy muy bajo, todavía abrazada a Maeda, que a su vez veía como los dioses se llevaban a Deimen, cuyos gritos resonaban horribles. El rey de dioses volvió la vista a ella, y ambos se atravesaron con la mirada.

Visitaré tu lecho esta noche—anunció ella en su cabeza, él enarcó una ceja, incrédulo—, te daré todo antes de marcharme a mi castigo, porque sé que tu enojo se basa en que te "traicioné" con Deimen. Por ti, dejaré que el mal me viole de nuevo, si así comprendes que eres tú el único en mi corazón.

Él nada más asintió.

......

Maeda la acompañó hasta sus aposentos, donde Rahui la abrazó y consoló, Bellorya no lloró en ningún momento, estaba decidida a aceptarlo con dignidad, pero abrazar a su amado padre era un refugio sin igual.

—Hiciste lo correcto, mi pequeña tormenta—le susurró Rahui con orgullo—. Nunca es tarde para redimirte, s-solo... s-solo.

Se regó a llorar al pensar en lo que le sucedería a ella, así que, Bellorya terminó consolando a su padre, que se volvió allí mismo el bebé.

—T-tal vez no es el momento—susurró Maeda cuando ambas, al lado de la ventana, decidieron tomar algo de licor, porque ya poco importaba todo; Maeda había sido su única otra visita allí, encerrada en el palacio—, pero, quería disculparme en nombre de Vania, sé... sé por los rumores lo que te provocó en su anterior vida...

—No—Bellorya bajó su taza de licor, mirándola con una sonrisa—. Ser la altísima me da un entendimiento más complejo, sé que la vida es constante cambio, si bien es la misma esencia, el dios de la muerte que me dañó no es Vania, son dos seres distintos que comparten la misma base, no le guardo rencor.

Maeda se mordió los labios, mirando su taza y luego al vasto paisaje helado.

—T-tengo miedo de lo que te sucederá, de que consigan romperte—cerró los ojos con dolor—. El altísimo me aterra, ¿Cómo puede castigarte tan fácilmente? Eres... eres su todo...

Un nudo de lágrimas la llenó, trató de calmarse, en verdad, con toda su fuerza de altísima, pero los labios le temblaron, deshaciéndose en un llanto silencioso que Maeda vio con tristeza.

—Carajo—agachó la cabeza para evitar que la viera—, solo me habría roto frente a una persona, y... carajo, carajo.

Maeda se levantó y la abrazó, mientras Bellorya lloraba.

—Es porque soy tu hermana mayor, pequeña loca, siempre—afirmó también llorando—, Vania me dijo que la muerte se encuentra en todas partes, más adonde irás; estaré contigo, te lo prometo.

Bellorya sonrió con su corazón sintiendo el cariño de la señora de la muerte.

—Nunca dejarás de ser una grandiosa aventajada.

El beso del dios |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora