10. La ternura de una unión

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Bellorya entreabrió los ojos, despertando en su habitación, dándole gracias a la vida porque Eyron no estaba a su lado, veía al maldito hasta en sus ridículos sueños. Se sentó de golpe, era de mañana.

Sonreía de oreja a oreja, feliz porque anoche había recuperado la movilidad en sus piernas, aunque Eyron se puso muy callado y solo la dejó en su habitación, sentía confianza y excitación en la relación que estaban construyendo.

Pero, el Eyron malo le había hecho grandes rasguños en la cara.

Bellorya se tocó, y al hacerlo un manto pesado y oscuro cayó por los lados de su cabeza.

No pudo pensar. Todo se detuvo.

Ella gritó alto y fuerte. Salió en brincos del lecho, estirando aquello que tenía pegado en la piel de la cabeza hasta poder verlo, y gritó más.

—Mujer—se volvió hacia la puerta. Eyron en bata negra y sensual estaba recargado en el marco con el mentón ligeramente levantado, su cabello de nuevo largo, poderoso, grande y divino; él sostenía una bandeja con comida—¿Por qué eres tan anormal?

—¡Tengo cabello!—le gritó para empezar a dar chillidos mientras saltaba en círculos torpes, viendo las largas hebras de pelo negro, que pegó en su cara par olerlas y sentirlas—¡Es tan hermoso y no se cae de mi cabeza aunque lo jale! ¡Aaaaaaaaaaaaah!

—Mi poder es el mejor, por supuesto que no se caerá—Bellorya se detuvo mareada, con la melena en la cara, mirándolo desarmada, feliz como nunca. Eyron no cambió la expresión atemorizante.

—¿Po-por qué... harías eso por mí?—la voz casi se le quebró. Siempre soñó con tener cabello, era tan doloroso.

Los ojos azules de Eyron centellearon.

—Porque tu bienestar es mi tranquilidad ¡Qué repugnante me siento! —se estremeció tan gracioso que Bellorya casi río, afectadísima positivamente.

Estaba mareándose de tantos sentimientos.

—¿Q-qué tiene que ver con mi calva?

Eyron se acercó hasta ofrecerle la bandeja llena de bollos dulces, caldo de pollo, mariscos asados con salsa de vegetales y té rojo.

—Estoy rompiendo el muro que nos separa—sonreía dulcemente, y verlo así por primera vez la dejó sin aliento—. Ahora sí, ¡Abre las piernas!

—¡¿Por qué no puedes contener al verdadero tú un segundo?!—exigió ella con las manos sobre el rostro enrojecido.

—¡Allí está la cura a mis problemas! ¡Son solo negocios!—dijo viendo directo a sus senos, pero notó que Bellorya estaba tan petrificada que suspiró, volviendo a estar serio—. JURO por los espíritus de mis padres, que te liberaré de nuestra unión cuando domines mi enfermedad, pero necesito tu entrega total a lograr la doma.

—¿C-cómo hiciste esto?—señaló a su cabello—Si no puedes usar tu poder.

—Hay una fuente sagrada que usé para finalizar el cambio, esto que te hice, no es un artilugio o una máscara; eras fea bajo el concepto superficial de los hombres, sin embargo, los ojos de los dioses ven cada sombra en un ser, y todo este tiempo había oscuridad pútrida en ti, hasta anoche, cuando me abrazaste tras despertar, todo ese tiempo hasta que te dormiste tu alma brillaba como el sol... lo que es tu cuerpo hoy, es la expresión que vi de tu alma.

El mundo se detuvo para ella, que se giró, corriendo temblorosa y conteniendo la respiración, hasta el espejo en la pared. Allí, se encontró con una mujer de abundante cabello negro, ojos oscuros, rostro de facciones tan delicadas que parecía estar al nivel de la belleza de Eyron, delgadas cejas, labios carnosos y rojos. Sin heridas, sin una mancha.

El beso del dios |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora