15. Frente a los cielos, mares y montañas.

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Cuando Eyron la transportó con el pensamiento a ese mundo rosa cuyo eclipse eterno caía sobre ellos dando una luz cambiante, Bellorya de repente usaba un hermoso vestido de telas azules que poseían una luz sobrenatural propia, como los ojos de Eyron, tenía velos que emulaban el cielo estrellado; uno blanco sobre su cabeza adornada de blancas flores, este se arrastraba por el suelo, y otros en cada hombro, colgando de los tirantes del vestido.

Cuando debió caminar entre sus parientes hasta el altar, llovía sobre ella y alrededor pétalos de los inmensos árboles de cerezo. La luna y el sol eclipsándose eran más grandes, haciendo del paisaje algo de otro mundo.

Todos aplaudían y sonreían, vio que entre ellos estaban Bastida y Deimen, vestidos con elegancia, Bastida cargaba en ese momento a Maeda, también parecían contagiados por la dicha, ella los saludó disimuladamente, y volvió la vista al novio; Eyron llevaba una impecable armadura negra y azul esperándola en una pequeña plataforma que servía como altar, se embriagó por completo de la maldición, llevándola a un estado de felicidad que disfrutó.

El dios le tendió la mano con elegancia. La tomó sonriendo de oreja a oreja, subiendo a la plataforma. Rahuí se paró frente a ambos mientras se arrodillaban uno frente al otro, sin soltar sus manos, sin soltar sus miradas.

En sus frentes, Rahui dibujó con pigmento rojo dos círculos entrelazados.

Eyron sonreía levemente, pero era tan hermoso y sincero. Rahuí hablaba sobre el amor, la vida, el destino que los había unido, Bellorya sólo pensaba en que tal vez podía ser feliz con Eyron, seguir conociendo su lado amable.

-En dos semanas cumpliré mil cuatrocientos años-anunció el dios solemne-, durante todo ese tiempo siempre pensé en la compañera de mi corazón como un ser puro y justo-sonrió de oreja a oreja, Lorya ya se sentía mal-hoy soy feliz porque estaba equivocado, y la vida me ha dado una tormenta salvaje a la que podría amar sin necesitar una maldición...

¿Qué?

La nombrada quedó absolutamente desarmada, sin resentimiento, sin miedo, conmovida profundamente.

-Con todo lo que eres-continuó Eyron mirándola a los ojos de manera penetrante, llegando hondo-, frente a los cielos, mares y montañas, te entrego el señorío de mi corazón, te suplico que tengas piedad de mí; me adores, me ames y me protejas como yo lo haré contigo; hoy, la vida y la muerte comienzan y terminan con tu nombre.

Silencio, sólo el viento moviendo sus cabellos y ropas, Eyron tan enorme. La pareja se escrutaba pérdida en el otro. La mortal sentía que era otra vida, otro Eyron, otra ella porque quiso amarlo. Los ojos se le llenaron de lágrimas, porque era tan feliz.

Un dios inmortal quería hacerla dueña de su corazón.

-Mmm...-escuchó de Rahuí parado a un lado de ellos-, hija, es tu turno de dar la promesa.

Ups.

Bien, en comparación, el discurso de Bellorya apestaba, y decirlo sería una grosería entera hacia Eyron y lo que en realidad significaban sus palabras, su esfuerzo por ganársela.

¡Piensa, mierda!

Se mordió la boca, entrando en pánico.

Debido al largo silencio de ella, Eyron agachó la cabeza, con su gran sonrisa apagándose, viéndose así algo dudoso. 

¡Di algo antes de que se arrepienta!-gritó en su cabeza, entrando en crisis.

-F-fuiste...-ella no era buena con demostraciones públicas, no era buena siendo tiernita-. F-fuiste..

Cerró los ojos y aunque iba en contra de su negación a verse débil ante otros, se liberó, por él:

-Eres el único que vio y curó mis heridas, el único-ella miró hacia el suelo-. Quiero que mi vida inicie contigo, quiero morir contigo, quiero amarte como a nadie más, Eyron; frente a los cielos, mares y montañas, me entrego a ti para la absoluta... eternidad... Eyron, mi amado Eyron, mi dios.

El beso del dios |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora