19. Nimnure.

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En el cofre había visto muy bien el cuerpo de un bebé prematuro, con la sangre seca en su piel, tan hinchado y morado, hasta tenía el largo cordón umbilical pasando por sus cuencas y boca donde no había lengua ni ojos. Tenía el cabello pelirrojo de Vikena.

La palabra "Bellorya" estaba escrita a cuchillazos en el torso de la criatura.

Era la bebé que esperaba su madrastra. Aquella media hermana que era su más grande ilusión, la que habría nacido muy bien en poco tiempo, la que se habría llamado Drea.

Con la cara empapada, gritando y gritando, pensó en Eyron, viéndolo como un incapaz de luchar, porque era demasiado débil para controlar a su demonio, era la culpa de ambos, la de cada uno de los egoístas dioses, todos habían contribuido a la muerte de Dreana, y obviamente, de su familia, que para ese momento Muerte ya habría destrozado.

Era culpa de su familia por débiles, de ella misma por haber permitido tanto, por esperar e ignorar, por poner primero su romance con Eyron, era culpa de Deimen por hacerlos perder tiempo en esa pelea infantil. 

Lo merecía ella al haber querido ser buena.

Bellorya sonrió mientras su llanto se transformaba en una risa violenta y descontrolada.

Escuchó y sintió a su interior crujir y romperse.

Tomó la espada, levantándose con el cabello mojado sobre la cara. Miró a Maeda sin dejar de reírse.

—Mi señor ha cumplido lo que quería de ti—Bellorya enarcó una ceja, parando su risa, pero las lágrimas no dejaban de salir a mares—estás lista para...

Pero la niña desapareció en el aire apenas Bellorya pasó su espada por la cabeza de esta, para decapitarla. El cofre con el bebé muerto cayó al suelo.

—Tu señor...—la humana se pasó la lengua por los labios, hablando con una rabia loca—me voy a limpiar el culo con tu señor.

—Bellorya—ella cerró los ojos al sentir a Eyron detrás de ella. Por fin, por fin había aparecido—, siento tu dolor...

—Tú... dijiste que cuidabas de mi familia—la espada en su mano temblaba—que Maeda estaba a salvo...

—E-escucha—le puso las manos sobre los hombros. Estaban mojadas—M-muerte es ahora tan poderoso como yo, creo que distorsionó mi realidad, me engañó. Lo que vimos era una ilusión hecha para llegar a... esto...

—Esto—tragó saliva—¿Ya viste lo que hizo?

Él tardó en responder.

—Sí.

—Se llevó sus ojos—Lorya sorbió por la nariz, hablando ida, enferma—y metió por ellos ese cordón. Dime, Eyron, ahora que te dejó ver lo que sí es real, ¿Muerte asesinó a la bebé o no tuvo oportunidad de vivir?

Él la abrazó por atrás, hundiendo el rostro en su hombro. La estrechaba con una dulzura que a ella no le hacía sentir nada.

—Eres una guerrera, Bellorya, no hagas lo que él quiere, te lo suplico con todo el amor que siento por ti—la voz se le rompió a Eyron—eres una buena persona, por favor, por...

Bellorya se zafó, dando algunos pasos hacia adelante para alejarse de él, entonces se miraron. Ella seguía llorando.

—Te odio—sollozó ella. Eyron arrugó el ceño con dolor—¡Quiero que te mueras! ¡Con todo tu poder no sirves para nada! ¡Tú les hiciste esto! Si... si—miraba a todas partes señalándolo con la espada—hubiera sido la mujer de Deimen, los habría salvado. Y-yo...—cerró los ojos, y cuando los abrió había un odio absoluto hacia Eyron—voy a hacer que todos se arrepientan.

El beso del dios |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora