18. El prisionero y el guardián.

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Deimen empujó contra la pared a Bastida. Apretándole el cuello hasta que sus dedos rompieron el tejido y la sangre los manchó, gritó desbordando una furia demencial:

—¡Termina el embrujo que le pusiste a Bellorya!—Bastida, como deidad del amor, había notado desde el primer día que Eyron le había robado a su humana, y lo calló por tanto, que Deimen también le guardaba odio por habérselo dicho cuando ya era tarde—¡Por tu culpa ella me abandonó!

Pero Bastida rodó los ojos, despreocupada, a pesar de Deimen con ansias de matarle.

—D-despierta—jadeó—. Bellorya no es la mujer soñada de Eyron... n-ni al revés. Ella no lo eligió por... gusto, pero no va a separarse de él por nada del mundo.

Deimen quedó tan pasmado, que de golpe soltó al ahora dios. Bastida mantuvo su postura orgullosa sin dejar de toser.

—No es verdad...

—Tu hermano es el único que puede matar a un dios caído, y nació sin un mortal que doblegara a su propio mal—murmuró limpiándose la sangre del cuello con un pañuelo—. Si Eyron no hubiera tomado a tu mujer, este mundo acabaría siendo un pedazo de piedra muerta y ahumada gracias al que debería protegernos. ¡Imagina por un instante lo jodidos que estaríamos con el dios más poderoso convertido en caído! Sus pecados son razona...

—¡No lo defiendas, traidora!—gritó Deimen jalándose el cabello, tan, tan desesperado—, a él no le importa nada, ¡Fue para vengarse del dolor que mi madre le produjo a la suya!

Ser infiel era el peor martirio para un amo, o un dios.

—La venganza sería poner a esa persona a su nivel, y Eyron se cree superior a todos; nunca sería por tu madre—Bastida se paseó cautelosamente por el estudio de Deimen—. Piensa. Fue su única opción, ambos... hicieron lo correcto. Bellorya ama a su familia, no les dejará morir a manos de un dios caído, y mucho menos del suyo.

Deimen golpeó con su puño la mesa que tenía al lado, atravesando la madera del trastazo. Miró al suelo en un intento de poner orden a su desorientada cabeza. En ese momento le estaba costando tanto pensar.

Suyo—eso le arrancó el último pedazo de corazón.

—Si no estuviera bajo tu embrujo, o bajo la unión falsa de Eyron, me habría elegido a mí. Estoy tan seguro de eso—y si lo hubiera hecho, juntos buscarían una forma de evitar que Eyron cayera, pero no... ella no tenía corazón, los había empujado a esta situación.

Y todavía la seguía anhelando, así, despiadada. Probablemente, entregando su boca al bastardo de Eyron en ese instante.

—¡No seas tonto!—Deimen miró a Bastida, que estaba rojo de rabia—nunca pondrá a ningún hombre por sobre su familia. El corazón de Bellorya vive en su familia.

Intentó comprenderlo, sin embargo, él no conocía ese lazo fuerte. Todo en lo que podía pensar era en que habían sido engañados, que Lorya iba a arrepentirse de su decisión.

Deimen, fue cegado por la locura.

—Debería matar a Eyron.

No quería entrar en razón, pero Bastida no se rindió:

—Eyron te ama. Su corazón siempre susurra tu nombre.

Y siendo el dios del amor, no hablaba de este con mentiras, pero Deimen gruñó quitándose la mano de Bastida, y retrocediendo.

—¡Estaré feliz cuando ya no exista para susurrar sus mierdas!—De repente, Deimen clavó en los ojos de Bastida dos alfileres que se hundieron hastar perderse en el iris—. Tú me vas a ayudar.

El beso del dios |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora