12. Hedor maligno

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Un segundo, y la humana iba a orinarse, pero al siguiente no sentía nada, ni miedo, ni curiosidad, parpadeaba viendo al descomunal y asqueroso animal, detallando cada escama negra, el resto de su largo cuerpo perdiéndose por la calle, casas y entre la niebla, y su instinto sólo le susurró que esa bestia gigante era Muerte.

Tenía en las narices a una serpiente del largo de una aldea, y ni siquiera estaba llorando.

¿Por qué no tengo miedo?-escuchó en sus pensamientos como un eco ausente. Se sintió ajena a la situación, como si fuese un sueño.

Bellorya pestañeó una vez y antes de que la serpiente se lanzara abriendo sus enormes fauces para devorarla de un mordisco, ella ya había corrido con todas sus fuerzas al interior de la casa que estaba pegada a su lado izquierdo.

La puerta era pequeña, la estructura hecha de una piedra pesada, así que la serpiente colosal empezó a golpear su jeta contra la puerta, vociferando un sonido horrible, intentando romper la estructura con desespero para entrar y seguirla, haciendo temblar los cimientos.

Bellorya no se detuvo, girando por una esquina de la casa, que con las paredes llenas de ventanas le permitió ver, mientras corría desorientada, cómo la serpiente empezaba a rodear la estructura con su cuerpo.

No supo de dónde sacaba fuerzas para pensar y correr; subió las escaleras. El cuerpo de la serpiente le había obstruido cualquier salida en el primer piso.

Se metió en la primera habitación que alcanzó sin dejar de sentir que las tablas bajo sus pies temblaban "poh, poh, poh" al igual que las paredes, cada vez que el hocico de la serpiente golpeaba contra la puerta para romper la roca y entrar.

Corrió hasta una ventana, la abrió con la mano. Al hacerlo y ver sus dedos temblando bruscamente como un pescado antes de morir, supo que estaba engullida por el más profundo terror, y, sin embargo, parecía que había un muro entre este y su raciocinio.

Miró hacia abajo. La serpiente seguía enrollándose en torno a la casa. Entonces sintió que estaba bañada en su propio sudor al tiempo en que decidía quedarse parada allí, aguardando. El sudor goteaba por su nariz con cada vez que la estructura se sacudía.

Al tiempo en que jadeaba, escuchó que los golpes incesantes daban frutos y el hocico de la serpiente lograba abrirse camino por la puerta, rompiendo todo a su paso en un estruendo. Bellorya sintió que la bestia atravesaba el suelo de la habitación de al frente, todo tembló, y esa fue su señal.

Se subió sobre el marco de la ventana, dándole la espalda al exterior, y se dejó ir, cayendo parada sobre el cuerpo de la serpiente, incapaz de ver nada, dio otro salto, de nuevo cayendo sobre escamas babosas mientras Muerte destrozaba el interior en su búsqueda. Bellorya dio un último salto y ya estaba sobre el suelo, pero la serpiente lo había notada. Se deslizó por la ventana en la que Bellorya estaba, rompiendo roca y saliendo para perseguir a la mujer, que emprendió la huida corriendo con el corazón en la mano, y la cara desfigurada del terror.

-¡Eeeeyyyroooon!-gritó entre sollozos metiéndose entre un callejón con la serpiente detrás, rompiendo todas las casas a su paso. Bellorya corría y corría con una lluvia de madera y telas a su alrededor, sentía el aliento de la Muerte detrás-¡Eyron, ¡EYYYROOON! ¡EYYYROOOON!

Nada, ni sentirlo siquiera.

Con las últimas fuerzas para hablar gritó otra vez:

-¡Bastida, Bastida, Bastida!-por el rabillo vio la entrada abierta de una casa, entró veloz, cerrando la puerta apenas pasó. Corrió a lo largo del lugar, llegando hasta la puerta trasera, y al salir, viendo el comienzo de la vegetación de un sembradío, se sorprendió al no sentir destrucción a sus espaldas. Miró y la serpiente negra ya no estaba, pero casi de inmediato escuchó el ruido no tan lejano de alguna casa cayéndose a pedazos.

El beso del dios |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora