Apiádate de mí, amargura. Ten piedad de mi locura, pues la amo más que a mi vida y sin ella mi muerte es segura.
Apiádate de mí, fracaso. Sé indulgente, error, y si acaso urde un castigo a mi torpeza. Y a mi presunción, si es que hay caso.
Pero no me silencies, tortura, de los que como yo de ella vivimos. Su nombre es música, ternura, y sin ella los locos morimos
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el cementerio de los versos perdidos
PoetryEste libro está dedicado a todos aquellos que todavía creen que las palabras son el lenguaje de la belleza, la música el idioma del alma, y un beso el único lenguaje válido allí donde no llegan ni las palabras ni la música. A quienes juran qu...