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Amira se encontraba sentada en el suelo de una sala que le prestó Shinwha, manteniendo un estado pleno de concentración mientras sentía como la energía del señor Kartein se movía por todo su cuerpo en un patrón que desconocido.

- Bien -suspiró mientras sacaba su mano al ver que ella ya podía seguir el flujo de energía- Entonces, me voy.

- ¿Cómo? -preguntó perdiendo la concentración y poniéndose de pie.

- Si, ya cumplí mi palabra de enseñarte dos técnicas mías a cambio de que me mostraras tus métodos de curación a larga distancia y la de los dulces curativos -dijo colocándose el saco sobre sus hombros- Además, Jiwoo ya está completamente recuperado por lo que no necesita mis tratamientos, ya no tengo motivos para quedarme en este país pequeño y monótono, asi que me iré cuando revise por última vez a Jiwoo.

- Oh -murmuró triste bajando la cabeza.

- ¿Por qué pones esa cara? -preguntó mirándola.

- Es que... usted se irá -susurró jugando con sus dedos.

- Eso es obvio -suspiró dándose la vuelta para irse- Por tu culpa tuve que quedarme más tiempo aquí.

Amira sintió como un sentimiento de tristeza la atravesaba. Había pasado casi dos meses recibiendo las enseñanzas de Kartein y por más que sabía que no debía, le había agarrado cariño al ojiceleste. Se sentía terrible al saber que su tiempo juntos había llegado a su fin y que ni siquiera pudo despedirse como corresponde.

Sin embargo, una idea se le vino a la mente al pensar en una manera de que Kartein no se vaya. Decidida, Amira corrió por los pasillos de Shinhwa hasta la salida, donde se encontró al mayor viendo al cielo.

- ¡Señor Kartein! -lo llamó haciendo que se dé vuelta- ¿Qué debo hacer para convertirme en su alumna?

- ¿Qué? -murmuró sorprendido.

- No sabe lo feliz que he sido este tiempo en el que usted me ha orientado -habló con una mirada determinada pero con un toque de nervosismo y vergüenza- Asi que por favor, quédese aqui, me gusta estar en su compañía y sería la persona más feliz del mundo si usted me toma como su discípula.

Kartein se mostró atónito ante el pedido, si bien sabía que era genial y que muchos querían recibir por lo menos unas palabras de él, jamás se encontró con alguien que dijera que estaba feliz con su presencia.

- P-prometo esforzarme para no defraudarlo -siguió Amira al ver que no decía nada y mantenía su expresión seria- Sé que no soy tan buena como usted, pero haré lo posible para no manchar su nombre y hacerlo sentir orgulloso.

Pero sus palabras no sirvieron de nada cuando vio como el albino se daba la vuelta, dándole la espalda mientras caminaba para alejarse del sitio, dejando un sabor amargo en la boca de la chica.

- ¿Qué haces ahí parada? -preguntó Kartein deteniéndose y girando su rostro con una sonrisa- Andando, debes aprender a revisar la condición de las personas sin tu habilidad ocular.

- ¿Qué...? -soltó sin creerlo, pero luego reaccionó y corrió para posicionarse a su lado con una radiante sonrisa- ¡Si, muchas gracias!

- Lo que digas.

- ¿Cómo debería llamarlo? -preguntó sin borrar su expresión completamente feliz- ¿Señor Kartein? ¿Maestro Kartein?

- Como quieras.

- ¡Lo llamaré "maestro"!

Kartein suspiró con una sonrisa mientras caminaba y escuchaba los balbuceos de la menor, quien estaba tan alegre de saber que se había convertido en la alumna de su más grande ídolo. Pero su emoción se fue disminuyendo cuando recordó un dato importante.

Confianza || EleceedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora