HERMOSA COMO LA LUZ DEL HORIZONTE

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I

HERMOSA COMO LA LUZ DEL HORIZONTE

"Imposible, usted está loco. Palma Sola desapareció hace veinte años..."

Desde ese día en la vieja carretera a Morón, nada ha vuelto a ser lo mismo. Esas palabras han retumbado en mi cabeza por días. Ciudad de Valencia, tres de la mañana, y lo único que ensordece mis oídos, a esta hora de la madrugada es mi intriga por conocer qué ocurrió y por qué sucedió en ese momento en el que huí de mis recuerdos- dijo Thomas mirando una vieja foto de su familia, en la que, mucho más joven, aparece junto a sus hermanos menores.

Su largo camino eventualmente lo llevó a la ciudad de Valencia. Eran las siete treinta de la mañana y alguien tocó la puerta de la habitación de Thomas, en un viejo hostal de carretera donde se estaba quedando.

- Buenos días señor, su café matutino y su desayuno.

- Muchas gracias. Empanadas de carne mechada, ¡mis favoritas! - dice alegremente mientras sale al frente de la posada a observar el amanecer.

- Disculpe, si no le importa, quisiera saber cuándo va a cancelar su hospedaje.

- Sabe, no mentía cuando decía que no tenía un solo centavo. Usted dijo que me dejaría estar aquí en muestra de su hospitalidad, si mal no recuerdo - dice mientras le da un largo sorbo a su café.

- Eso ya lo sé, pero es que... usted ya ha estado aquí por mucho tiempo y no tengo ni alguna pista de quién es usted, y la verdad ya me estoy empezando a preocupar. Además, ¡el recibo de luz no se paga solo!

- ¿Acaso usted cree que soy un hombre peligroso, o un delincuente?

- No, señor, no se ofenda, es que en estos día uno no se puede confiar de nadie.

- Sí, eso es cierto. Pero si mi presencia lo incomoda, me iré de aquí en cuanto pueda, ¿de acuerdo? Y ya deje el miedo, que no soy un hombre peligroso.

El dueño volvió a entrar a la posada. Thomas comenzó a recordar los ojos llorosos de aquella joven que se le apareció en el camino...

- Ojalá supiera el motivo de tu llanto...

Dichas estas palabras, una gran ventisca azotó la posada, con una ligera densidad y luminosidad, y entró violentamente en ella, tumbando al suelo a Thomas.

- ¡Cielos! ¡¿qué fue eso?!

La ventisca que entró en la posada iluminó todo a su alrededor con un resplandor azul. Acto seguido un alarido se dejó escuchar en el paraje desolado, por lo que Thomas entró rápidamente a ver lo sucedido.

- Santo cielo... ¡todos están muertos!

Thomas corrió a revisar las habitaciones de la posada, y notó que todos los huéspedes no tenían signos vitales. Una oscura presencia se paseaba por el lugar, se materializó en la forma de un hombre larguirucho, de esmoquin negro elegante y zapatos de cuero, un bastón de lujo y un sombrero de ala ancha negro. La oscuridad la adornaba la única prenda de color que tenía: una corbata color rojo

- ¿Dónde estás, Thomas?...

- Thomas, tu destino es inevitable... estás condenado a ver a los que ya no pertenecen a este mundo. Las almas errantes te aborrecen... y yo las guiaré hacia ti irremediablemente. Quiero que encuentres lo que es mío y me lo devuelvas.

Thomas corrió al teléfono fijo de la recepción para tratar de hacer una llamada de emergencia, pero el oscuro ser extendió su brazo y con sólo un agitar de su mano desmembró todo el cable telefónico de la pared.

- ¿Vas a llamar a la policía? Tu sí que tienes sentido del humor...

- Y, ¿se puede saber quién demonios eres tú?

- Más respeto mi cándido servidor. No quieres saber mi nombre, eso te lo aseguro, y el día en que lo conozcas dejarás esta vida... como debiste hacerlo hace ya muchos años.

Thomas, tú has sido condenado en la tierra por un crimen no cometido, y has sido destinado en otrora a ver más allá de lo evidente. Las leyes humanas te juzgaron. Pero además, ignoras que te has burlado de mí y te has negado a cumplir tu deber. Enviaré espectros que son quienes me sirven, uno a uno, los enviaré a tu mundo a atormentarte, esta es mi dulce venganza por desobedecerme. Hay algo que debes hacer, y debes hacerlo pronto. Nadie más que tú puede hacerlo...

- No me interesa nada de eso... pierdes tu tiempo, maldito espanto- dijo irreverente dándole la espalda.

- No subestimes mis palabras. Estoy hablando muy en serio. Durante años has escapado de tu deber, y de mis manos, ¿sabes? Y eso tiene su precio. Las cosas que ves, y que percibes, tienen una razón de ser...

- Por cierto, ella era hermosa, tan hermosa como esta luz del horizonte.

- Desgraciado, ¡no te atrevas a hablar de ella!

- Debo decir que yo no fui. ¡Todos dicen que tú lo hiciste! - dijo burlonamente.

- Tú no existes, desgraciado... esto es tan solo una terrible pesadilla...! ¡¡¡¡¡todo acabará al despertar!!!!!

El frío sujeto se quitó el sombrero para usar un pequeño pañuelo y secarse la frente, despacio. Luego miró su reloj y se colocó de vuelta el sombrero, diciendo:

- Se te hace tarde, Thomas. Jamás debiste tratar de detenernos... ¡ríndete y ve a buscar aquello que nos pertenece!

Espero que te diviertas con las almas que te rondarán por toda la eternidad. Parece que no sabes mucho de lo que estoy hablando, pero créeme, pronto te vas a dar cuenta y entenderás muchas cosas. Y tal vez sea demasiado tarde.

Volveremos a vernos.

El mismo viento malévolo volvió a azotar la posada y la presencia oscura se retiró. Thomas cayó inconsciente. Al despertar, recogió todas sus cosas y se marchó.

Días más tarde, había encendido un cigarrillo y meditaba en una banca. Había quedado perplejo con todo lo ocurrido, muchas imágenes de su pasado viajaban por su cabeza, por lo que la tranquilidad era un sentimiento que ya jamás existía a su alrededor. De pronto, un hombre viejo se sentó a su lado, con los brazos cruzados. Luego le puso la mano en el hombro.

¿Cómo está el cigarrito, hermano?

- El cigarrillo está como mi estado de ánimo. Y ahorita está amargo –dice entre carcajadas.

- Si, tienes razón. Sin ánimo de ofender, ¿puedo darte un consejo, hermano? Toda esa basura que dicen del cigarrillo es verdad. La nicotina. Cirrosis. Toda esa vaina es cierta. Sé que no es fácil, pero, yo que tú lo voy dejando.

- Pues sí, en verdad es bien malo. Pero comparado a la maldad que me rodea últimamente, esta vaina no es nada. Pero bueno, eso a lo mejor no te interesa, discúlpame.

- Bueno, lo único cierto es que cuando estás como yo ya no hay nada que hacer. Porque no tuve agallas para dejarlo pues. A mi edad ya no puedo hacer más nada hijo, lo hecho, hecho está. Me sorprende que me hayas escuchado, gracias. Nunca nadie se da cuenta de que aun existo.

- De nada, hermano – le iba a poner la mano en el hombro, pero se desvaneció frente a sus ojos.

Algo en su mirada me dio tristeza. El arrepentimiento lo estaba matando. Siento un frío espeluznante en mi espalda.

Mientras todo esto sucedía, su teléfono no paraba de sonar, aunque tenía un nuevo número de teléfono, parece que ya alguien desea contactarlo...


El Revólver Fantasma ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora