XXVI MÁSCARA

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XXV

MÁSCARA

La apariencia de Diana ha cambiado por completo. Ya no se ve como aquella mujer joven de mirada pícara que guarda algún ápice de ingenuidad cuando ve a los ojos. En cambio, se le nota un semblante apático, desencajado e irreverente en su mirada; ya no es la mujer con mente de niña rica que estaba haciendo un reportaje sólo para volverse viral y saltar a la fama.

- Si no es porque me has llamado por mi nombre, diría que eres otra persona- dijo Thomas al verla de pies a cabeza.

Diana guardó silencio y se acercó al maletero del Mustang, a por unos cables auxiliares para la batería del Motorhome. Pero Thomas tenía otros planes.

- No creerás que voy a ir a la carretera de Morón subido en esta cosa, ¿verdad?- le dijo Thomas a Diana mientras colocaba los cables entre los dos vehículos. Por más que la miraba, Thomas le costaba encontrar algo familiar en el rostro de Diana.

- La verdad no siento que estoy hablando con la misma persona.

- Pero soy yo, Thomas. Quizá el choque me cambió más de la cuenta, pero soy yo, te lo aseguro.

- Es decir, veo similitudes. Tienes la misma estatura y color de cabello, aunque con un corte diferente. Pero tienes algo, que no sé muy bien que es. Algo en ti cambió.

Qué caro nos ha salido todo esto. Y aun así, después de haber pagado un muy alto precio, haber arriesgado tu vida por una estúpida llave que me querías entregar, aun así, no entiendo por qué has vuelto conmigo, a esto, a resolver este caso, que lo más probable es que no se pueda resolver nunca. Fui muy claro con la nota que te dejé. Estoy cansado de hacerles daño a todos con esta mierda.

- Ya basta, Thomas. Que si he vuelto aquí, no ha sido porque me hayas puesto el revólver en la sien. Esta vez es personal, amigo mío- exclamaba Diana con una voz más ronca, cansina y llena de sarcasmo.

La verdad me da igual si termino el reportaje ahora o dentro de diez años. Lo que yo quiero es que este misterio se resuelva, porque si no lo hacemos nosotros, seguirá esta espiral de muerte llevándose más vidas inocentes a la tumba. Yo casi ni la cuento, además ya me gané de enemiga a mi propia familia por lo que estoy haciendo, por andar contigo y no llevar una vida normal. ¿Sabes? Yo no tenía necesidad de nada de esto, pude haberme relajado buscando un empleo promedio en algún canal de TV, en la radio. Me pude haber conformado, la plata nunca me ha faltado ni me faltará, no era un problema.

Si ya hemos pasado por todo esto, no estoy dispuesta a irme con las manos vacías. Estoy completamente segura, que estamos cerca de resolver el misterio. Ya tenemos todas las piezas del rompecabezas, solo falta armarlo- reflexionaba Diana recostada en el capó del mustang, mientras Thomas echaba mano al Motorhome para repararlo.

Más tarde ese día, Thomas condujo de nuevo su Mustang, y de cerca le seguía Diana, ambos, en la carretera a Morón, que está rodeada de palmeras a ambos lados de la vía. Llevaban ya kilómetros recorridos en la carretera de Morón, camino al pueblo abandonado Palma Sola.

Diana llamó a Thomas para obtener un poco de dirección clara sobre sus planes.

- Quisiera saber que tan seguro estás del lugar a donde vamos, Thomas. Porque está carretera, más allá del espectáculo natural, nos va a llevar derecho a la playa.

Thomas, aunque con algo de duda, contestó con voz seria, recordando las palabras de Victoria:

- Todo comenzó en este pueblo fantasma. Estamos a punto de llegar. Tengo una corazonada, un presentimiento, y no sé si es bueno o malo, de que allí hay un indicio muy importante para que sigamos.

El Revólver Fantasma ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora