IX UNA HISTORIA SOLITARIA

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IX

UNA HISTORIA SOLITARIA

"Aquel que dice que está preparado para ella, está mintiendo. Aquellos que dicen que no le temen, también mienten en igual medida. Los que dicen haber vuelto de ella, nunca la han conocido. Hay aquellos que la conocen sin merecerla, y otros, aunque la merecen con solo existir y respirar por su mal obrar, no la ven cerca. Existen otros, que en desespero la llaman y se entregan a ella; ironías de la vida, mientras unos se arrastran por seguir viviendo, otros desprecian la vida temiendo que les siga jugando malas pasadas. Y por último, aquellos que dicen escapar de sus garras en muchas ocasiones, a lo mejor están en lo cierto. Soy Thomas, y he escapado de la muerte y sus huestes, desde que tengo uso de razón."

Valencia, 10 pm

Thomas meditaba sentado en el sillón de su habitación. Ya los paramédicos habían llegado horas atrás y dado a conocer la causa de la muerte repentina de la dueña de la Posada Cuatro Caminos. Un infarto fulminante acabó con su vida, tras el ataque del esbirro.

Diana estaba sentada en un viejo balcón de la posada, a la luz de la luna, y hablaba por celular con su madre. Aún no salía del asombro, y como una demente comenzó a tomar café desde que vio todos esos sucesos espeluznantes.

- Sí, a pesar de eso, me quedé con mi teléfono y mi monedero, además de un bolso que me llevé en el momento. Pero muchas cosas las perdí. Todo mi equipo de trabajo, se perdió en las maletas. ¿No recuerdas que te llamé cuando me acababa de pasar todo eso?

- Si hija, pero es que aún estoy impresionada y me alegra saber que estás bien. No te preocupes mi hija, que mañana te deposito en tu cuenta para que compres de nuevo todo lo que perdiste. Pero, aparte de eso, ¿hay algo que te preocupe en estos momentos? Tu voz se escucha muy débil.

- Es que parece como si me fuera a dar gripe, eso es todo. Sólo necesito descansar, el día de hoy fue un desastre - aclaró con la voz quebrada.

- Bueno hija que Dios te bendiga, cuídate mucho y tómate unas medicinas para quitarte todo eso que tienes encima. ¡Adiós!

- Chao mami, ¡te quiero!

Thomas se acercó a ella y la cubrió con su chaqueta de cuero, sentándose a su lado.

- Discúlpeme por todo lo que le ha pasado hoy, todo es mi culpa.

- No se preocupe. Es sólo que nada de lo que vi me parece real, más nada. Debe usted centrarse en otros asuntos.

- Escúcheme, no se vaya a tomar a mal lo que voy a decir, pero me hace sentir muy viejo con eso de "usted".

- Es sólo por el respeto que le tengo.

- Oye, ¡ya detente! No me molestaría que me hablaras de tú a tú.

- Está bien Thomas, mejor te trato de tú. ¿Así está mejor?

- De tú, porque aunque seamos de Maracaibo no creo que una niña rica como tú hable de vos... ¿me entendéis?

- No, ya eso es demasiado –dice entre risas.

Thomas se alegró al lograr hacerla sonreír, para hacerle olvidar el mal rato.

- Disculpa que no quiera contarte nada de lo que está pasando, pero todo llegará a su debido tiempo. Poco a poco te voy a decir las cosas, y así vas elaborando el reportaje, ¿está bien?

- Está bien, Thomas. Tú ganas. Dejaré de curiosear tanto y esperaré mejor que tú me vayas guiando a través de todo esto. Ya estoy muy cansada y parece que el café no hizo efecto –dijo lanzando un profundo bostezo.

El Revólver Fantasma ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora