Ojos cafés

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P.O.V Valentina Carvajal

Había pasado una semana desde que vivíamos en la casa Valdés en calidad de guardaespaldas. No habíamos observado nada fuera de lo normal por el momento. Yo pasaba la mayor parte del tiempo sentada en la sala o en la cocina con las dos mujeres del servicio que se llevaban excelente conmigo.

Los Valdés no pasaban mucho tiempo en la mansión. En lo que va de semana solo me he encontrado con Fabian en dos ocasiones y en una de ella iba de salida con el señor Jacobo. Jimena Valdés era quien más disfrutaba de la casa. Mayormente pasaban tiempo en la piscina. Unos días traía mujeres y en otras ocasiones hombres. Yo les había visto interactuar con ellos en varias ocasiones desde la puerta de la cocina.

Jimena era hermosa. No se parecía mucho a Jacobo. Era alegre y despreocupada. Aunque en ocasiones, mientras hablaba por celular, su rostro se volvía serio y un rastro de malicia atravesaba sus ojos. No debía ser una santa si era capaz de sobrevivir en este mundo de mafiosos del cual su familia formaba parte.

Lupita era un enigma. Una mujer de palabras cortantes y miradas capaces de traspasarte el pecho. Parecía saber más de lo que aparentaba y aunque se escondía tras la imagen de esposa sumisa la realidad es que tenía a su esposo en la palma de su mano. Andaba siempre fuera de la casa atendiendo eventos y cuando estaba en la mansión se encerraba en el despacho.

El señor de la casa tenía la apariencia del típico líder mafioso que con solo tronar los dedos puede hacer posible lo imposible. Su apariencia me recordaba a las películas españolas. Le había escuchado hablar de forma sospechosa en varias ocasiones. Era posible que nuestras sospechas fuesen ciertas: ellos parecían pertenecer a la mafia de San Antonio.

A Jacobo Valdés no había tenido la oportunidad de estudiarle. Pasaba todo el tiempo fuera de la casa y no me lo había cruzado en ninguna ocasión. Pearl me comentó una vez mientras desayunábamos que escuchó a Jacobo hablando por celular mientras esperaba a Jimena. Él discutía con alguien diciéndole que habían perdido una gran cantidad de dinero por un desliz: no sabíamos a que se refería, pero seguramente eran negocios ilegales.

El despertador sonó a las diez de la mañana. Aunque me estaba acostumbrando a no tener nada que hacer, prefería despertarme y estar caminando por la mansión que permanecer en mi cama simplemente durmiendo. Debía estar al pendiente de movimientos extraños. Además, todavía debíamos buscar la forma de ganar la confianza de los Valdés para que nos dejasen acercarnos más a sus negocios.

Luego de batallar con las sábanas que no querían dejarme escapar me arreglé y salí a buscar algo de comer. La empleada de servicio me había tomado aprecio en el tiempo que he estado vagando por la casa y había adquirido la costumbre de dejarme el desayuno en el horno. Sacando el emparedado y una botella de agua me senté en el mostrador con vista a la piscina.

Jimena estaba sentada en el borde con un traje de baño color rojo y gafas de sol descansando descuidadamente como una diadema sobre su cabello. Tenía una enorme sonrisa en su rostro mientras miraba hacia el agua. Entrecerré los ojos intentando capturar la imagen de la persona que le acompañaba en esta ocasión. Quien sea que fuese, se encontraba sumergido, o sumergida, bajo el agua.

Estaba llevando el emparedado a mi boca cuando aquella mujer se dejó ver. Salió de bajo el agua, agarró a Jimena por las piernas y le obligó a meterse con ella. No podía cerrar mi boca. Quité los espejuelos de mis ojos, como si ellos me impidiesen capturar correctamente la imagen y dejé el emparedado a mitad de camino.

Allí estaba una de las mujeres más hermosa que yo hubiese visto en toda mi vida. Tenía el cabello negro como el cielo en la noche mas oscura. Piel morena. Tenía media sonrisa en sus labios, labios que podía imaginar portando un color rojo y capturando la atención de multitudes. No podía ver el color exacto de sus ojos...estábamos demasiado lejos.

Mimetismo (Juliantina AU)- AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora