Primer encuentro

389 44 5
                                    

P.O.V Juliana Valdés

Es difícil valorar aquello que siempre se ha tenido. Es más sencillo cuando nos damos cuenta de que las cosas que dábamos por hechas, en cualquier momento, pueden tambalearse o desaparecer. La libertad es una de esas cosas que ningún ser humano en la tierra debería perder.

Era la mañana del 12 de abril. El día en que por fin saldría de prisión. Llevaba un grillete en el tobillo y los policías tenían órdenes de trasladarnos, a mí y a Jimena, hasta la mansión Valdés. Por lo menos estaríamos en casa. Ocho meses encerradas en casa...pero era mucho mejor que estar tras las rejas.

-Te ves preciosa...- comentó Patricia al verme salir del baño.

Elizabeth nos había traído ropa. Para mi eligió unos mahones negros, una camisa negra con el logo de Iroman y un chaleco de cuero. Hace mucho tiempo no utilizaba ese tipo de vestimenta, y la ropa me quedaba algo grande luego de tantos años tras las rejas. No me había percatado de cuánto peso había perdido hasta ese momento.

-¿Te parece?- cuestioné acomodando mi cabello sobre mi hombro derecho.

-No. Estoy segura. - respondió Patricia cruzándose de brazos. Me acerqué, colocando mis manos sobre sus antebrazos y jalándola. Nuestros labios se encontraron en un beso lento, suave: tenía sabor a despedida.

-Prométeme que vas a cuidarte. - le pedí dándole un pico antes de alejarme algunos centímetros.

-Haré lo que pueda. Tu prométeme que te comunicarás. - me pidió

Podía leer en sus ojos cuanto le afectaba la separación. En el último año y algunos meses nos habíamos hecho casi inseparables. Ella se sentaba al costado de mi cama a escucharme leer o a contarme sobre su pasado mientras yo le oía en silencio. Creo que le ha hecho bien contarme todo; la veo más libre.

-Te prometo que te llamaré muchas veces. Espero que estes lista para tener sexo telefónico. - bromeé con una sonrisa y ella me golpeó el hombro.

-No te olvides de mí, Juliana...eres como...

-No digas hermana. - le interrumpí y ella dejó salir una carcajada antes de jalarme.

Nos abrazamos. Patricia abrazaba con mucho miedo; como si pudiese romperte si ponía mucha fuerza en sus brazos. La apreté, escondiendo mi rostro en su cuello y disfrutando los últimos minutos de su presencia. La extrañaría mucho.

- ¡Vámonos! Te mandaremos una postal rubia. - nos interrumpió la voz de Jimena saliendo del baño.

-Nos veremos. - susurré antes de darle un corto beso en los labios a Patricia y seguir a la idiota castaña que en ningún momento se detuvo.

Dos guardias nos escoltaron durante todo el trayecto. Uno de ellos iba conversando con Jimena, mi hermana se había hecho muy amiga de los oficiales en el tiempo que estuvo usando drogas. Era casi un sueño ir caminando hacia la salida.

Cuando di la primera pisada afuera me quedé paralizada. El aire se sentía distinto: más limpio, más puro. Una extensa escalera nos separaba del portón de salida a varios metros. Jimena me tomó de la mano, tirando de mi para que caminase. Habíamos bajado algunos escalones cuando vi un cuerpo de pie frente a un convertible negro que estaba estacionado tras una patrulla.

-¡Elizabeth!- gritó Jimena.

La rubia estaba con las manos en los bolsillos, recostada del vehículo y mirando su reloj. Al escuchar la voz de mi hermana levantó la mirada apresuradamente. Nuestros ojos se encontraron y una enorme sonrisa se instaló en sus labios. La misma sonrisa que seguramente adornaba mi rostro.

Mimetismo (Juliantina AU)- AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora