CAPITULO 23°

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Jeanne

La voz de un hombre sonó por el avión avisando que estábamos por aterrizar. Miré la hora en mi teléfono y ya casi iba a amanecer.

Cuando salí del avión el frío de la noche me recibió. Caminé para la salida del aeropuerto y pedí un taxi que me llevó hasta la residencia. Al llegar detalle el edificio, era un alto de aproximadamente unos ocho pisos.

Entre nerviosa y mire en el recibidor a una chico dormido. La puerta al cerrarse hizo un ruido y él chico alzó su vista.

—¿Jeanne?

—Si soy yo.

—¡Por fin! —dijo el chico con alivio, él se puso de pie y se acercó a mi—. Estaba esperándote, mi turno terminaría cuando llegases.

—Oh. Mi vuelo se retrasó, perdón.

—No pasa nada. Soy Tristán, te mostraré dónde queda tu habitación.

Me ayudó a subir la mochila hasta el quinto piso. El silencio en el ascensor fue un poco incómodo. Tristán me dejó en frente de una puerta con el número 504.

—Esta es tu llave. Tu compañera de habitación no está, se fue a una fiesta.

—Gracias.

Él se perdió con dirección al ascensor. Entre y la habitación era un poco más pequeña de lo que creía.

Habían dos camas pegadas en cada extremo de la habitación. Una ya estaba ocupada con mucha ropa encima de la cama.

Dejé mi mochila en el suelo y me tumbé en la cama. Estaba agotada y pronto me quedé dormida.

***

Abrí lentamente mis ojos y mire a mi alrededor, se me hizo extraño no levantarme en mi propia cama.

Me puse a desempacar mi ropa y algunos objetos que había traído. El armario pequeño pronto se llenó.

Miré la cama de al lado y había una chica con un vestido de lentejuelas tumbada en ella. No le presté mucha atención y fui a bañarme. Mientras me estaba cambiando mi compañera de habitación roncaba, reí en silencio cuando murmuró algo en sueños.

Tome mi bolso y baje a la recepción donde vi a una chica reemplazando el lugar de Tristán.

—Buenos días —dije con mi mejor sonrisa.

—Buenos días. —La chica era de piel morena con unos lindos ojos color miel.

Busqué en mi teléfono la cafetería más cercana para desayunar. Cuando terminé de pedir mi teléfono comenzó a vibrar, tenía la esperanza de que fuera Félix pero era mi padre.

—Hola papá.

—Mi chiquita hermosa, ¿cómo te ha ido?

—Bien, ya desempaqué la maleta y las cajas, salí a desayunar.

—Excelente mi niña ¿Y tú compañera de habitación?

Una sonrisa se formó en mis labios al recordarla.

—Se quedó dormida, cuando llegue no estaba.

—Recuerda llamarme en la noche.

—Sí papá.

—Te dejo tengo entreno con los chicos. —Antes de que le respondiera mi padre colgó.

El resto de tarde me dediqué a pasear por la ciudad, fui a la biblioteca más grande de la ciudad donde salí comprando más de cuatro libros, la mayoría de mis libros los dejé en casa.

Cuando ya estaba anocheciendo regresé a la residencia y allí estaba Tristán tecleando en su computadora. Al cerrarse la ruidosa puerta él alzó la mirada hacía mi.

Amor sobre hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora