❝Curtis, ¿dónde estás?❞

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Ese día era uno distinto a los demás, no tenía ánimos para nada absolutamente, por la noche había llorado recordando lo que le había sucedido a Curtis, su mejor amigo, que habitaba en sus sueños y su corazón destrozado.
"Chica, deberías dejar de pensar en él", se susurró a si misma y abrazó a Kyu. Un rubor negro presente ya hace días bajo sus ojos, haciéndole saber a los demás que había llorado, pero después pensó (sólo un poco, ya que era lógico) ¿quién vería que habías llorado y, a quién le importaría?
Era nada más que la verdad, la dura verdad que tenía que afrontar cada día, Curtis ya no estaba con ella, y no vendría a salvarle y decirle "Aquí estoy, nena", no, y eso le frustraba, ella tenía razón, hablando de la voz que siempre yacía en lo más recóndito de su mente, que ocupaba el cien porciento, matemáticamente.
Le extrañaba y en estos momentos eso no servía de nada, debía ser fuerte e impulsarse hacia delante, sólo un poco, eso servirá.
Colocó la navaja y sollozó antes de tomarla.
Curtis, y ahí va el primer corte.
Georgie, el segundo.
Louise, el tercero.
La lanzó con furia hacia una esquina de la habitación, y se echó a llorar como nunca lo había hecho antes, llenando las sábanas de sangre, pero realmente no le importaba, lastimando su alma, pero no le importaba tampoco...sufriendo, por un alma, cuado ella ni si quiera tenía la suya.
El mundo se derrumbó tan fácil, volviéndose un infierno para ella.

Louise, su tercer corte, era su ex-novia, la cuál se suicidó al saber que Leonella no iba a volver de aquel centró de rehabilitación, Georgie, su segundo corte, se suicidó también, por razones que no sabía, y por último, Curtis, su primer corte, el más profundo, su mejor amigo que murió de cáncer, pero solo para la naturaleza había muerto, porque para Leonella no.
Y le escribía, siempre con la esperanza a que le contestara...pero no lo hacía.

(...)
Antonella por décimo sexta vez en el día, sonrió, se encontraba con Stanley la chica que si bien la mirabas de lejos, parecía chico era muy linda de cerca.
Estaban en su casa, viendo la película de Mamma a en la pequeña plasma que yacía en la habitación de Stan. Se olvidó por seis horas de Leonella, la chica del cabello turquesa que tanto adoraba, no la conocía del todo, por ende, nunca hablaban y si se dirigían la palabra era algo muy breve y seco. Eran las 7 pm, y hace unas horas Stan la invitó a su casa, para estudiar y aprovechar el tiempo libre que sobrara, y fue muy buena su idea, no paraban de sonreír, de reír y comer una que otra palomita.
Cuando llegó la noche y la luna se asomaba, Antonella le informó a la castaña que debía irse, ya que llegaría tarde a su casa, y se ganaría un regfaño por parte de su mamá, se despidió y emprendió camino hacia su casa, no sin antes pasar por una joyería y comprar un ying-yang separado, en collar un gije con la parte negra, y en el otro uno con la parte blanca, pidió que lo envolvieran para regalo, y hecho esto se encaminó a su casa.
Sonrió, pensando en la chica del cabello turquesa, ella no sabía lo mucho que sufría, por eso seguía estando feliz por ella, en realidad, notaba la tristeza en su voz y su mirada con un toque de ésta también, pero le restaba importancia, sus uñas eran algo largas, y pensó por un momento si las cortaba o simplemente le daba pereza hacerlo y de ahí el porqué estaban pintadas de negro, encogió sus hombros y se recostó en la cama.

Ya era tarde, y Leonella seguía llorando, manchando aún las sábanas de sangre, porque había hecho varios cortes en sus piernas, se recostó boca arriba y susurró, Curtis, ¿dónde estás?
Siempre todos le dejaban sola, no pensaban, y ella en realidad tampoco lo hacía, quería mas personas como Curtis, más personas como Georgie, que a pesar de que no demostraran con intesidad que te querían u amaban, lo hacían, y dicen que el silencio vale más que las palabras, porque Leonella no hablaba, con cada acción demoatraba como se sentía, que quería.
Era hora de parar con esto, de dejar de pensar que el viento trae algo bueno y que llorar es una buena forma de desahogarse, pero no lo era, el viento con aroma a cigarrillo, trae algo bueno, y llorar mientras cortas tus muñecas también. Tenía una expetativa del mundo totalmente diferente a la de los demás, pensaba diferente y llevaba la contraria la mayoría de veces, no sonreía, porque cuando lo hacía, dolía, no hablaba, porque temía a decir algo estúpido, ni se acercaba a los demás, porque aún les tenía compasión, y a su lado morirían, tal fue el caso de Curtis, y no le desea el mal a nadie más y nada menos que a ella misma, y a la lástima que algunos podrían sentir al verla, a las lágrimas derramadas al llorar por su madre, la cual le abandonó.
Cada día luchaba contra si misma, y ganaba, porque era más fuerte que el dolor, algo que considerablemente le ganaba, el sufrimiento y ella lo es, es el sufrimiento por tantos años de dolor los cuales ha superado, ¿quién no le ganaría al dolor...con una pizca de sufrimiento?

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