❝Mejillas sonrojadas y un gato extraviado❞

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El día comenzó, y con el los pajarillos canturreando y la nostalgia de no ver a su gata persa hecha bolito entre las sábanas.
Primero respiró y aludió a Kyu varias veces, y no, no apareció.
La buscó en el living, no apareció, la buscó en la cocina, y tampoco.
Se exasperó e interventiló, no aparecía, su pequeña gatita no estaba, qué le esperaba ahora, ¿perder algún órgano?
Llamó a Antonella, sí, ahora la llamaba, y digamos que no le dejaba de llamar y le contaba cualquier tonteria, pidiéndole después que no le colgase porque quería escuchar su linda respiración pausada y entrecortada por lapsos.

"¿Qué pasa, Leonella?", contestó, no sabía que hacer, si contestar, sí, lo más debido.
"!KYU NO ESTÁ, NO, YA BUSQUÉ EN LA COCINA, EL LIVING, EL JARDÍN! ¿¡QUÉ HAGO!?", Antonella rió nerviosa, no sabía qué hacer y no lo sabría, un rastreador de gatos quizá, pero sonaba a una broma.
"Debes calmarte, ¿has buscado en todos, absolutamente todos los lugares y cada rincón de tu casa? "
Leonella respondió con un "sí" y en eso, la rubia colgó, sabía lo que vendría, una Antonella completamente sonrojada y con una pequeña sonrisa.
Y no pasó.
No sabía si debía preocuparse o qué debía hacer, el día que trató de suicidarse, se aprendió la dirección, por lo que decidió acudir y preguntarle a su madre dónde estaba o que le sucedía.

(...)
Sonrió ampliamente, se había olvidado por un momento del extravío de su pequeña (no tan pequeña) gata persa y abrazó con euforia a Antonella, tomando su cintura y abrazándola con más fuerza de la que ya tenía, un beso en la mejilla y entró a la casa, sonriéndole a la madre de Antonella, escuchó una pícara risilla de parte de ésta y un sonrojo de Antonella.
Ya en su habitación comenzaron las onomatopeyas, los pajarillos y aquella fantasía que la rubia imaginó, sus manos entrelazadas involuntariamente y sus caderas chocando con suavidad, la oji-miel tomó los hombros de Leonella y sintió como las mariposas invadían su cuerpo y llegaban las cosquillas a causa de éstas, quiso besarle, y le besó, provando por, ¿segunda vez? sus labios.
Sus labios sabían al universo entero, a nubes de algodón de azúcar y a caramelo, a Leonella le sabían a galaxias enteras de suavidad y un olor a rosas incomprensible, quería más de ellos, y oh si, seguro que lo tendría.
"Supuse que-habló la rubia después de haberse separado- no te gustarían las sorpresas, pero te tengo una, pequeña", Leonella negó con una sonrisa y después Antonella la guió hasta su cama, haciendo que se sentara.
Se dirigió al armario y de éste sacó una pequeña caja de color azul, de un contenido obviamente indefinido, Antonella se sentó a su lado y le tendió la caja, "Gracias", susurró la pelirroja antes de comenzar a quitar el envoltorio con felicidad, era otra caja, pero esta era de madera, la abrió y había una pequeña nota, tienes que seguir, escribía en ésta, sacó la segunda, ya casi, caliente, caliente, sonrió y sus mejillas se encendieron, la última nota estaba doblada, en una hoja color azul, al igual que el envoltorio y la abrió, le sorprendió y sintió que el mundo se caía ante sus pies, su corazón latía con fuerza, ¿quieres ser mi novia?

Y ni faltó respuesta, claro que no, bastó un beso y una pequeña caricia en sus mejillas, un sonrojo y un ondulamiento del cabello rubio de Antonella.
Ahora si podía decur que era suya, uncluso pensarlo y susurrarlo.
No, no le gustaban las sorpresas, pero esta le encantó, le abrazó por la cintura y dio varios besos al rededor de su rostro, ganándose otro sonrojo de la rubia.

Y siempre se lo imaginó.
Más nunca se lo esperó.
Ahora, más que nunca, descubrieron lo que es el amor. ¡Oh! y que le puede ganar al egoísmo.

Lonely.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora