❝Una fresa de nuevo❞

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Y sí, ya hacía tiempo que no le escribía, pero no es que lo hubiera olvidado si no que, no tenía tiempo si quiera de hacerlo, las respuestas eran más frecuentes y a la par con más lógica que las demás, que constaban en varios dibujos y un posible doble sentido, le aterrorizaba en lugar de alegrarle.
Peró una respuesta en especial, no lo hizo.
Constaba en un dibujo, dos chicos pelirrojos, con lógica representando a Leonella y a Curtis, había un ojo y unas pequeñas flechas girando al rededor de éste.
Le apretó el pecho de cierta forma y deseó jamás haber sido buena en entender dibujos con o sin doble sentido, porque este le había dolido, prácticamente le decía que volverían a verse, en muy poco tiempo, lo que significaba aquel pequeño reloj de muñeca, esto se lo tomó personal, y no le hizo saberna su novia, por que, si bien nya conocía a Curtis de esa vez que le humillaron, no quería, y ella tuviese o no sus razones, no le diría, o quizá si, sin más preámbulos, digamos que Stanley les había dejado, en paz, por ahora.
Hoy era el día en el que tenían una cita, y Antonella había organizado absolutamente todo, le hizo saber que ella la recogería, tenía que usar un vestido, y lo demás era su elección.
Se puso unas medias completas de un color gris, pero que casi daba a negro, sus converse, porque ya era de más que tuviera que usar vestido y no quería usar zapatillas.
Y le agradó, le agradó que hubiera llegado temprano por ella, y le era un muy lindo gesto de su parte.

(...)
Las hojas de los árboles bailaban con júbilo por el aire que corría entre ellas, hubo un pequeño incidente con un mesero de nuevo y concluyeron en que se debían una soda por haber dicho lo mismo y también haberlo pensado y también concluyeron en que las citas debían ser en lugares diferentes, es decir, ningún restaurante.
Yacían ahora en el parque, un lugar mucho más tranquilo (y sin meseros).

Eran solo ellas dos, ambas eran sus brújulas, dos imanes que se atraían, aún siendo tan diferentes, y así, se unían sin restricciones, sin importarles que ambas eran chicas, porque, algunas personas les miraban con recelo y asco pero ellas lo evitaban, evitaban cualquier comentario obsceno que les pudieran decir.
Ya no cortaba sus muñecas, con tanta frecuencia.
Pero seguía pensando en que Antonella corría un gran riesgo junto a ella.

(...)
Iba caminando por las calles, ahora sola, había prometido dejar a Antonella a una hora razonable en su casa, y así fue.
Se hallaba en la misma habitación en donde aquella vez su hermana, había muerto. Yacía recostada en su cama, hasta que percibió el aonido de algo chocando contra la ventana, queriendo llamar su atención, se acercó con decisión a la ventana y la corrió hacia arriba, y vio una cabellera pelirroja, y se petrificó a la par.
¿Curtis? No, seguro se quedó dormida, sí.
Cerró los ojos, creyendo que todo era un sueño, y cayó por la ventana, pero a la vez, cayó en cuenta de lo que sucedía, y todo era absolutamente verdad, los brazos del pelirrojo la sostenían protectoramente, sonrió, porque sus cartas eran sinceras y sus reflejos realmente increíbles.
"¿Creíste en mis palabras?", y eso, eso fue la gota que derramó el vaso, se echó a llorar, como aqwuella vez que murió Georgie, se aferró a Curtis y no le importó quién los viese, ese era su momento y nadie ni nada lo arruinaría.
Eran una fresa de nuevo.
Hermanos como se habían criado.
Amigos, como el destino lo había escrito.
Dos razones por las cuáles preocuparse, de que estuviesen a su lado.
La misma importancia, sí y el mismo cariño también.
Sus rodillas no reaccionaban y cosquilleaban, agradeció que Curtis le sostenía, como antes.
Le tendió su brujula, esta indicaba al norte, justo donde ella estaba y por todas las lunas, por todas las estrellas, las galaxias, se sintió feliz, no como se sentía con alguien más, nada comparado como cuando estaba con Antonella, pero algo parecido, el cariño volvía, y con ello las sonrisas, las risas y un ayudante más para su pequeño plan.


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