❝Beyoncé y el tinte de cabello arcoiris❞

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Esta noche, Leonella llamó a Antonella, diciéndoles prácticamente a todos sus vecinos, y a ella que Kyu había aparecido, la encontró mientras urgaba en el armario, lloró de felicidad, o algo así, la abrazó y demás cursilerias.
Le contó a la gata persa que se encontraba muy feliz de haberla encontrado, siempre había estado ahí y ella no la vio, le recordó a Curtis en cierto punto, que ahora ya respondía algunas de sus cartas. No lo tomó como algo extraño, que sorpresa no podría llevarse del pelirrojo.
Se dirigía a la casa de su novia, ¡oh, sí, ya son novias!
Ya no era nada de sorprenderse, absolutamente todos ya se habían dado cuenta, porque gritó hasta quedarse afónica, literalmente hablando, aunque, si se le había ido la voz un poco.

Al llegar dio dos pequeños golpes, y golpeó al par el suelo con su zapatilla converse izquierda, y al entrar vio como la madre de la rubia reía estrepitosamente, Antonella gruñía, su cabello era un desastre, había un pote con tinte de cabello, ¿rosa, rojo? quién lo supiera se ganaría un millón de chelines, no tenía idea de que color era ese, pero sabía una cosa, Antonella trataba de teñirse el cabello, y no se había percatado de la presencia de su novia y aún seguía el humo saliendo por sus oídos, estaba enojada.

Leonella tuvo una maravillosa idea, le guiñó el ojo a la mamá de Antonella, ésta sabía muy bien que era lo que iba a hacer.
Se acercó a ella con cuidado de que no la notase y besó sus labios, intentado calmarla, no correspondió el beso, hasta unos minutos después, su cuerpo dejó de estar tensado y una sonrisa traviesa se asomaba de aquellos labios que tanto le gustaban.
"Hola, rainbow dash", la madre de Antonella soltó una carcajada y esta última hizo un pequeño puchero, no se había enojado, si no que, sus mejillas se encontraban rojizas, "Basta, yo solo traté de teñirme el flequillo y pasó esto", rió, la situación era divertida, Antonella con el cabello tintado en mil colores, su mamá riendo, la canción de 7/11 de Beyoncé resonó en los oídos de las tres, era el móvil de Antonella, y esto le extraño un poco, ya que, cuando se encontraban así, nunca le llamaban, y efectivamente, se esperó que fuera Stanley, y así fue.
Minutos después la situación cambió, una Leonella enojada encerrada en el cuarto de baño y una rubia con el apodo de rainbow dash, por el cabello, tratando de abrir la puerta, pero la pelirroja se negaba.
Y es que, se enojó porque dejó de prestarle la más mínima atención, reía y jugeteaba con Stanley y eso le frustró, sabiendo o no lo que era la castaña, no debía, ella vio lo que le hizo, y bueno, sin más preámbulos, Antonella metió la llave a la cerradura y abrió la puerta, abrazó a su novia pelirroja y besó su cuello, porque sabía que eso le encantaba, cuando vio que era el momento, la levantó entre sus brazos y la cargó, ésta pasó sus piernas por su cintura y la chica con el cabello arcoiris la tomó con fuerza, evitando así, que puidera caer.

Sonrieron, porque eran felices de tenerse la una con la otra y sabían que eso no cambiaría, aunque a veces alguien (por no mencionar a Leonella) se enojaba sin razón, u otras con razón.
Se besaron, así no tenían que decir ni una sola palabra, así se demostraban su cariño y se decían cuánto se querían, pero había una cosa, una cosa que le gustaba en especial de la oji-miel, y esa era que, ella era diferente a las demás, sí, no era como lads chicas que, por tener un buen promedio, se creía la gran cosa, tampoco era de esas que por tener un buen cuerpo, tenían que mostrar la mayoría de este y cubrir la minoría del mismo.
Tenían maravillosos planes ahora que estaban juntas y esperaban que fuera así por siempre.
Quería que si murieran, y si hubiera otra vida, tener los mismos ojos y ver la misma mirada que le cautivaba, tener la misma alma, para no olvidar lo aprendido, porque la vida era lo que las unía, tenían que aprender a jugar, y si bien no había reglas, tendrían que imponer algunas, porque quizá en el amor no se necesiten pero había una chica, Stanley, por quién las tenían que imponer.
Ella no las separaría, oh, no. Pero, poco a poco iban olvidándose de la barrera, esa sombra que buscaba el mal por propia satisfacción.
No les importaría que las separasen, porque se volverían a encontrar.
Y sin más, así era esta historia de amor, con una que otra barrera, pero nada que no pudieran enfrentar juntas.

Lonely.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora